Ximena Peredo / Vecino peligroso

AutorXimena Peredo

Para montar un espacio comercial, bajo el nombre Mercado Barrio Antiguo -que ofrecería comida y bebidas gourmet- se derrumbaron dos casas de sillar, una en la calle Padre Mier y otra sobre la calle Morelos, de la cual sobrevive la fachada que el proyecto también contempla derribar.

La indignación que esto provocó en redes sociales reveló una pugna espacial por el derecho colectivo a la conservación del patrimonio cultural contra el derecho privado a hacer negocios.

A Monterrey no se le ha dejado madurar, ni mucho menos envejecer con dignidad. Aunque la Ciudad tiene más de 400 años, nuestro paisaje urbano es moderno, casi todo de concreto.

Pocas veces se advierte que la unidad que en apariencia tiene la Ciudad es producto de una política permanente de destrucción que impide que las relaciones afectivas por el espacio se hereden.

El Barrio de la Catedral, hoy conocido como Barrio Antiguo, sobrevivió a la aplanadora del Gobernador Martínez Domínguez, quien, como sabemos, ordenó destruir 40 hectáreas del centro histórico para construir la Macroplaza.

Además de que este hecho fue traumático para cientos de familias que fueron, a la buena o a la mala, expulsadas de su barrio, la consecuencia política mayor fue que se borró un espacio histórico que nos permitía imaginar en nuestro origen otra forma de vida, otras inteligencias y otro tipo de convivencias.

El barrio que sobrevivió a espaldas de la Catedral fue entonces el sobreviviente más antiguo de la Ciudad. En aras de proteger su valor, en 1993 se decretó zona protegida con carácter de centro histórico al polígono que hoy conocemos como Barrio Antiguo.

A la postre, sin embargo, esta catalogación dio origen a la primera fase de gentrificación, que es un proceso que transforma el espacio para que los inmuebles cambien de dueños, con lo cual el perfil del polígono original de barrio popular fue reemplazado por uno comercial y de centro nocturno.

Así fue como en "el Barrio" sucedieron los mejores reventones de dos o tres generaciones a costas de muros y fachadas históricas. Luego vino la guerra, y se acabó la fiesta.

En este momento, el Barrio Antiguo está en una segunda fase de gentrificación. Todavía no se sabe si terminará completamente transformada en un Disneyland norestense, para apantalle de turistas, o si conquistará su vocación de patrimonio cultural. La cuerda está tensa porque...

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