Ximena Peredo / Porristas de nadie

AutorXimena Peredo

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de ofrecer un taller a chicos de secundaria sobre la opinión como participación política.

Uno de los participantes comentó su desacuerdo con que le impidieran en su colegio entrar a clases con el cabello largo. Esto desató una discusión entre todos.

"Las reglas son para cumplirse", "en la vida hay que aprender a obedecer", pero también "no tiene nada que ver con el aprovechamiento escolar el corte de cabello", "se condiciona mi derecho a la educación con el control sobre mi cuerpo".

Por momentos el taller se tornó en un intercambio de opiniones apasionadas que puso a varios en tensión, incluidos algunos profesores que acompañaban al grupo. Mientras los escuchaba caí en cuenta de que estaban representando una típica discusión polarizada alrededor de dos posturas dominantes.

Ahí estábamos todos: usted y yo en nuestro chat familiar, la vecindad del Facebook, la opinión pública. ¿De dónde nace nuestra opinión?, les pregunté a los adolescentes, ¿por qué nos molesta tanto que otros piensen distinto?

Todo esto lo comento a propósito del dolor de porristas que anda en el ambiente. Con la última discusión sobre los roles de género desatada por el alud de denuncias de acoso sexual o la implementación del "vagón rosa", pero también inmersos en un clima de campañas electorales, manifestar nuestra opinión parece condición para accedernos a una identidad. Dime qué opinas y te diré quién eres, es el nuevo filtro de convivencia.

De manera que, en los tiempos de redes sociales, la opinión personal se ha convertido en una práctica de alto riesgo. El atrevido o la atrevida recibe la visita de una auditoría que verifica primero si no se ha incurrido en algún error contra lo políticamente correcto, de ser así se desata la tunda.

Esto tiene un lado positivo, la ética muda, es un campo de batalla, pero también tiene un lado negativo: se desecha a la persona por su opinión.

Para evitar este tipo de riesgos asumimos posturas sumamente precavidas que rayan en la cobardía. En lugar de construir de manera más autónoma nuestra opinión, repetimos lo que otros han dicho, así, si perdemos, nos hundimos en un barco y no en...

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