Ximena Peredo / Monterrey al natural

AutorXimena Peredo

A 419 años de la fundación de nuestra Ciudad propongo una reflexión sobre la relación que hemos trabado con la Naturaleza, entendiéndola como nuestro vínculo con el resto de seres no humanos, así como con la tierra, el agua y el aire.

Ya que toda transformación urbana se fundamenta en esta relación, me parece prioritario revisitar nuestro pasado con los ojos del futuro. En corto, si queremos que Monterrey prospere necesitamos un nuevo acuerdo con la Naturaleza.

La historia de Monterrey puede narrarse en términos de transformación del paisaje. De la fertilidad del Valle de Extremadura que sedujo a los colonizadores hoy sólo restan, si acaso, las montañas.

Sin embargo, esta dramática transformación es el resultado de decisiones económicas y políticas y, por lo tanto, de la misma forma puede subsanarse.

Aunque de baja intensidad, el paisaje original sufrió una importante transformación durante nuestra historia colonial cuando estas tierras se rentaban para el pastoreo.

Todavía a mediados del siglo 17, el capitán y cronista Alonso de León describiría a este territorio como un auténtico paraíso: abundante en agua, maderas de excelente calidad, pastos y plantas medicinales.

Sólo hasta finales del siglo 19 dimos un giro radical a la actividad industrial, con lo cual la Naturaleza comenzó a ser explotada como materia prima o como gigantesco depósito de residuos o desechos del "progreso".

Sin advertirlo, quedamos atrapados en la paradoja de las vanguardias industriales de la época que buscaron afanosamente hacerse de un paraíso para perderlo definitivamente.

Así, las primeras industrias aprovecharon los recursos más accesibles: agua, piedras y arenas calizas. Mientras que las primeras fábricas, principalmente de vidrio, acero y productos químicos, expulsaron al ambiente sustancias tóxicas, contaminando de manera silenciosa el suelo y el aire.

Más adelante, como efecto de la explosión demográfica de la segunda mitad del siglo 20, la corrupción gubernamental proyectará la Ciudad desordenada que hoy tenemos, cuyo caos en expedición de permisos se volverá el rastro de los negocios sucios de cada administración estatal y municipal.

Así, los buldóceres se encargaron de "diseñar" al Monterrey de finales del siglo 20 y principios del 21, dejándonos una deuda...

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