Ximena Peredo / Hoy no los insultaré

AutorXimena Peredo

Hay dos formas de entender la reciente reforma al artículo 192 del Código Penal: como el cinismo en su máxima expresión o como una oportunidad para la ciudadanía. El respeto se gana trabajando, pero los diputados prefirieron prohibir que se les ofenda; utilizan el valioso tiempo legislativo para proteger su ego; ofenden a la ciudadanía, pero amenazan con la cárcel si la ciudadanía los llegara a ofender. Es lo más cínico que yo haya visto jamás. Y, sin embargo, también es una oportunidad.

Sé que suena bastante incongruente de mi parte decirlo cuando en este espacio los he despreciado con todas las palabras que he podido publicar, pero tengo algunas razones para ver en esta reforma una buena oportunidad. Reconozco que la noticia de esta reforma hizo que se me atoraran en la boca todo tipo vocablos, el enojo era gigantesco, pero, después de pensarlo bien, creo que estoy de acuerdo en que un artículo evite que insultemos a los honorables diputados y diputadas.

El artículo 192 del Código Penal dice que las injurias hechas al Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial serán sancionadas con una pena de 3 a 5 años y con una multa de 50 a 200 salarios mínimos. La reforma al artículo aceptada este martes pasado por el honorable Congreso local estipula que injuria es "toda expresión proferida por medio de palabras, actos, gestos o sonidos, dirigida personalmente o por algún conducto para manifestar desprecio, descrédito o con el fin de agraviar u ofender". El artículo ya existía, pero ahora se entiende qué es una injuria.

Hasta ahora, las protestas ciudadanas no han servido de nada. Por una parte tenemos autoridades indolentes y cínicas y, por otra, tenemos que las protestas han sido mínimas e inconsistentes. Aquí en la ciudad, los quejosos son muy pocos y casi siempre los mismos. Las autoridades muy fácilmente desprecian a estas personas y se acaban los descontentos.

La minoría politizada se ha desgastado mucho tiempo en quejarse pero no ha sabido edificar. La mexicanidad nos obliga a manifestar nuestro enojo con insultos y groserías, pero eso no nos hace mejorar la situación que nos aqueja. Creo que si la energía que desfogamos en un griterío frente al Congreso la utilizáramos de forma más creativa, podríamos construir. Claro, siempre será mucho más sabroso un insulto espontáneo, pero éste resulta estéril.

Nos sentimos descansados cuando gritamos y nos quejamos de una injusticia, pero siempre olvidamos la parte formal. Se nos olvida mandar un oficio, o...

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