Ximena Peredo / Encuentre las diferencias

AutorXimena Peredo

De noche el centro de la Ciudad parece una escenografía en descanso. El corredor comercial Morelos queda desahuciado cuando las tiendas cierran y los vendedores recogen su mercancía. Todos obedecen la tétrica orden de la noche. Las luces de neón son las únicas promesas encendidas de que, al día siguiente, se instalará de nuevo el espectáculo. Por eso iba yo triste, pedaleando por donde antes, a la misma hora, no se podía ni caminar.

Me sorprendió, sin embargo, encontrar un grupo de cómicos callejeros rodeados de, tal vez, unas 50 personas. Reían. La imagen parecía recortada de otros tiempos. Locos, celebré, ¿qué hacen riendo a solas, en una ciudad fantasma? Me detuve para constatar que no se tratara de la alucinación que traiciona a los sedientos. La gente se carcajeaba con la imitación que uno de los payasos hacía de alguna lengua indígena. Ése era el chiste. ¡Crac!: la magia se esfumó.

Naco, cholo, indio, maricón, machorra y gata son palabras de uso común, cargadas de una fuerza que hiere -y que nos hiere-, de la que no siempre somos conscientes. La crueldad y la ignorancia se besan en este México confundido que entiende a las burlas y a la violencia como signos de superioridad. Pero regresemos al problema que tenemos instalado en casa. Nuevo León, uno de los cuatro estados más violentos del País, ocupa también los primeros lugares en índices de discriminación.

Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, realizada en 2010 pero cuyos resultados están siendo dados a conocer, Nuevo León tiene el foco de alerta encendido. No sólo somos uno de los tres estados que más justifican el golpear a los niños cuando desobedecen, también somos uno de los tres estados que más discriminan a las minorías étnicas cuando sus integrantes buscan empleo.

Hace unas semanas recibí por correo electrónico la fotografía de un hombre, de tez morena y de baja estatura, de pie sobre una acera de Calzada del Valle, en San Pedro, Garza García. Acompañaba a la foto el alarmante mensaje de: éste es el tipo de personas de otros municipios que uno encuentra en su banqueta los domingos. Sentí miedo. No del Ejército, ni de los policías municipales, ni de los zetas: sino de la altanería disfrazada de decencia.

Esta decencia manda decirle a todo el que...

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