Ximena Peredo / La democracia como espectáculo

AutorXimena Peredo

Raya en lo ridículo la trascendencia que tienen las encuestas electorales de los partidos. Son el oráculo posmoderno.

De hecho, como a la antigua usanza, los aspirantes panistas a la Gubernatura fueron llamados el martes a un "encuentro privado" en el Club Industrial para conocer su destino. Luego, los convidados abandonaron el sitio con la recomendación expresa de guardar en secreto los resultados y abrir paso a los punteros.

Lo primero que llama mi atención es la falsa importancia que dan a la "opinión pública" en este ejercicio pretendidamente democrático. Lo que a los administradores del partido preocupa es quién tiene posibilidades de ganar, no quién tiene las capacidades políticas que la realidad demanda. Lo que importa es qué tan popular es el actor o la actriz, no qué tipo de inteligencia reclama el empalme de crisis locales.

Esto nos confirma que los políticos son apenas prestanombres, actores asalariados de un grupo patronal.

De hecho, aunque algunos aspirantes parezcan más independientes que otros, como es el caso de Mauricio Fernández, todos parecen entrampados en la misma retórica populista, pues ¿cómo podrían ahora contravenir al Oráculo, es decir, a la voluntad popular materializada mágicamente en los resultados de una encuesta?

Pero nosotros igualmente respetamos el rito como quien observa un acto de prestidigitación. ¡Voilá: la candidata panista a la Gubernatura será Margarita Arellanes!

El público regiomontano abuchea, claro, pero ¿qué puede hacer si fue el mismo pueblo el que eligió su fatal destino? Siguiendo el hilo de este raciocinio, "la gente ignorante" es la culpable última de todos nuestros males públicos.

Por eso, antes de lanzar el clásico principio demofóbico: "el pueblo tiene el gobierno que merece", quizá convenga saber qué preguntas formaron parte de la dichosa encuesta organizada por el Comité Ejecutivo Nacional del PAN. Porque es muy diferente una encuesta de marketing que una evaluación de la actuación política. ¿A quién le preguntaron: al consumidor o al ciudadano? Ahí está el truco.

Porque, a fin de cuentas, lo más ridículo de todo el juego perverso de las encuestas de marketing político es que aunque...

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