'¿Quién demonios sería Teresa?'

AutorLucy Orozco

Entre las muchas vicisitudes que se le presentan a un productor antes de comenzar una telenovela, se encuentra la elección del reparto. No es fácil la tarea de darle cuerpo y alma a un personaje escrito en una historia. Al leer los libretos, van emergiendo en la imaginación las diferentes características que debe tener cada uno de los integrantes que conformarán el elenco.

En el caso de Teresa, lo más importante era conseguir a la actriz que desempeñaría el papel principal, pues de esa elección dependería la contratación de la mayoría del reparto, es decir: su papá, su mamá, su abuela, su novio, etc.

La decisión fue difícil. Teresa era un personaje que, además de juventud y belleza, debía tener una gran presencia y fuerza escénica, dado que no se trataba de la clásica protagonista bonita y de rostro angelical capaz de conseguir todo gracias a su inocencia y bondad.

Teresa requería una personalidad fuerte, y a la vez seductora, para poder cumplir con las exigencias de la historia. Además, y sobre todo, tenía que ser capaz de actuar.

Yo no quería hacer una Teresa acartonada; es decir, una actriz con cara de mala de tiempo completo. En mi visión, ese personaje debía tener una ambigüedad que ocultara su ambición desmedida. Por tanto, eso me obligaba a buscar una joven que pudiera mostrar varios matices y, en momentos, un grado de vulnerabilidad.

En mi oficina todo el equipo comenzó a manejar nombres; surgieron varios, pero ninguno me convencía. Llamé a una actriz que siempre admiré: Gabriela Roel.

Cuando llegué a la oficina de la jefa de repartos de la empresa, vi a Gabriela. De inmediato me di cuenta de que me había equivocado. Gabriela (quien después trabajaría conmigo protagonizando extraordinariamente bien Yo no Creo en los Hombres) tenía grandes cualidades y belleza, pero no era el prototipo que yo buscaba.

Me evité la pena de decirle: "Me equivoqué", porque ella se adelantó y dijo que no podía aceptar ninguna propuesta en las fechas que yo requería, pues tenía firmado un contrato para una película. Salí aliviada de esa oficina, pero a la vez preocupada. ¿Quién demonios sería Teresa?

Pensativa, y como ocurre con los flechazos, apareció cuando menos lo esperaba. Apenas había caminado unos pasos, cuando descubrí sentada en la sala de espera de mi jefe, el señor Víctor Hugo O'Farrill, a mi protagonista.

Cautelosa, me le acerqué y le pregunté: "¿Cómo te llamas?". Ella levantó la ceja y me contestó con un dejo de altanería: "Me llamo Salma...

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