¡Cuidado!, hombres de shopping

AutorMaría Luisa Medellín

La fórmula "mujeres igual a consumo" es una especie de ley no escrita. Algunas, se afirma, podrían competir con Madame Bovary, quien vivía endeudada con créditos e hipotecas para cumplir hasta el más mínimo de sus caprichos.

Otras, podrían identificarse con Sofía, protagonista del libro Compro y Luego Existo, angustiada por sus tarjetas de crédito al tope, pero aún más si debía interrumpir su shopping inacabable.

Este personaje, creado por Guadalupe Loaeza, prefería aguantar los murmullos molestos o compadecidos de los clientes en la fila de la caja registradora, que dejar de intentar nuevamente, a ver si por casualidad, su crédito de plástico era aprobado.

No hace mucho, se creía que los varones quedaban al margen de estos hábitos consumistas, y un centro comercial era el último sitio que deseaban pisar, pero en los tiempos que corren, un sector preferentemente de hombres solteros, profesionistas y con poder adquisitivo, se ha sumado a esas legiones ávidas de adquirir, con sus propias razones y formas de comprar, sobre todo en estas fechas, en que los almacenes anuncian rebajas y promociones a diestra y siniestra.

Unos, como Eduardo, con la justificación de compensarse por todo el trabajo que realiza; otros, como Jesús Javier, por su pasión hacia el cine y lo que implique nuevas tecnologías que le permitan apreciarlo mejor.

De hecho, Jesús Javier enlista entre sus propósitos de Año Nuevo adquirir un televisor con pantalla de plasma, y Eduardo está tan preocupado por preparar su declaración de impuestos, que ya está pensando en hacer más compras para acumular notas con qué reducirlos.

Su adicción: el cine y la tecnología

Jesús Javier Torres González cree haber sido de los primeros en adquirir una videocasetera en la década de los 70 y, desde entonces, la tecnología se volvió una de sus adicciones.

"Parece que era 1976. Fui a ver a un chivero para comprar una tele y tenía un aparatito que yo no sabía ni qué era. El me dijo que se trataba de un grabador de videos en VHS, que apenas estaba saliendo en Estados Unidos, lo compré con sus casetes y me puse a grabar las películas que salían en la televisión. Recuerdo que de mis conocidos nadie tenía uno.

"Poco tiempo después conseguí las cintas ya grabadas, costaban 90 dólares y las primeras que tuve fueron Casablanca y El Mago de Oz. Por desgracia, la máquina se descompuso y nadie en Monterrey sabía repararla; se echó a perder".

Al salir al mercado el sistema Beta, este hombre, que ahora cuenta con 56 años y es catedrático de Cinematografía del Tec, se apresuró a adquirirlo, igual que al hacerse popular en el país el VHS, estrenarse el láser disc y, hace poco, el DVD.

Conforme los avances tecnológicos han...

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