La vocación de Úrsula

AutorMaría Luisa Medellín

Inició en casa, en 1973, como un proyecto de educación musical, con unas sillas, una mesa y cinco niños dispuestos a aprender.

Ellos eran Andrés y Adrián, hijos de Úrsula Werren, la impulsora del proyecto, y tres amigos.

Luego, llegaron otros ocho vecinos y, de pronto, había chiquillos en la cochera, la lavandería y hasta en el techo. Fue necesario construir otro piso y entrenar un equipo de profesores.

Antes de emprender la aventura, Úrsula se dedicaba a su familia, así lo había decidido desde que vino a Monterrey para casarse, ya que ella ejercía el magisterio en Suiza, donde nació.

Pero al no encontrar un método de aprendizaje para sus hijos como el que había experimentado en su país, tomó la iniciativa.

"Se trata de una enseñanza activa, con un engranaje entre la música y las necesidades físicas, cognitivas, afectivas y sociales en las distintas etapas de la vida del niño", detalla con voz suave, de leve acento extranjero.

"En una clase se empieza cantando, porque las melodías tienen relación con la vida afectiva. Luego vienen los ejercicios o juegos físicos, ya que el ritmo musical no es otra cosa que el ritmo corporal: al hablar, en los latidos del corazón".

Esta mujer de tez blanca y ojos vivaces, quien hoy tiene 70 años, explica que la exploración de los sonidos es lúdica, en función de la curiosidad científica del niño, que crece con su instrumento y un nuevo código entrelazado a la experiencia musical y vivencial.

Ése fue el germen de Formus, Formación Educativa y Musical, A. C.

Úrsula recuerda que a una de aquellas sesiones acudió Lety, la mamá de un alumno, que traía a otro de sus hijos con síndrome Down.

David estaba en su regazo, pero seguía atento la clase. Su mamá lo percibió y a la semana volvió con un grupo de amigas con hijos en esa misma condición.

"Querían clase de música para ellos", dice Werren, delgada y de cabello corto castaño. "Les pedí tiempo. Necesitaba saber en qué nivel de comprensión estaban, sus necesidades y buscar una forma de que participaran.

"La vivencia fue importantísima. A vuelta de año iban dos horas semanales, una para desarrollar sus habilidades y otra con los demás niños".

Al palpar los progresos, estas señoras le ofrecieron apoyo para abrir un jardín de niños.

"Encontramos un lugar en Contry, en el 88. Seguimos ahí con educación musical e instalamos el jardín de niños basado en los principios del constructivismo, ligado a la vivencia, la investigación, el análisis; aunque fue difícil que otras...

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