Viviendo el Concilio/ Amor sin medida

AutorLuis Eduardo Villarreal Ríos

El viernes pasado se cumplieron 6 meses de la ejecución brutal de Digna Ochoa Plácido, defensora de los Derechos Humanos y abogada litigante, quien fuera asesinada a plena luz del día en su oficina de la Ciudad de México.

Crimen execrable a manos no sólo de la locura y capricho de matarifes a sueldo con fines muy particulares, sino de un segmento de la sociedad que siente amenazados sus privilegios por el trabajo justiciero de quienes están al frente de tan noble misión.

Según testimonios de quienes la conocieron, Digna hizo de su oficio una opción de vida. Con un compromiso inquebrantable en pro de la justicia, enfrentó a dos miembros del Ejército acusados de torturar, cuestionó la escasa profesionalización de las procuradurías, defendió a simpatizantes zapatistas encarcelados y puso en evidencia un sinnúmero de delitos impunes.

Todo esto le costó ser blanco de constantes amenazas y agresiones, de hostigamiento sistemático. Tales circunstancias y la falta de garantías por parte del gobierno federal le obligaron a dejar temporalmente el País, sin que esto frenara sus labores justicieras; en 1999 fue secuestrada, y un mes después asaltada con lujo de violencia en su domicilio.

Pero, ¿qué hacer ante este crimen? ¿Acaso resignarnos? No. Hay que responder con un compromiso indoblegable de velar por los valores que ella defendió: fomentar una cultura de la legalidad, es decir, que nadie se ubique por encima de la Ley; exigir el cumplimiento de las garantías individuales; impedir que el delito quede impune; hacer que se repare el daño para toda persona agraviada por el poder; y, finalmente, tratar de impedir que estos casos se repitan.

¿Qué dice el Concilio?

Al hablar de los derechos fundamentales de toda persona humana, la Constitución Gaudium et Spes sostiene que "toda forma de discriminación, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino" (No. 29).

Más adelante en el mismo documento precisa que Nuestro Señor "en su predicación mandó claramente a los hijos de Dios que se trataran como hermanos. Pidió en su oración que todos sus discípulos fuesen uno. Más todavía, se ofreció hasta la muerte por todos, como Redentor de todos" (No. 32).

La Constitución Lumen Gentium dice: "Algunos cristianos, ya desde los primeros tiempos, fueron llamados, y seguirán siéndolo siempre, a dar este supremo testimonio de amor ante todos, especialmente ante...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR