Viven 'las quintis' tiempos difíciles

AutorImelda Robles

Un trasplante de riñón nunca llegó para el papá de las quintillizas Lupita, Cristina, Isabel, Milagros y Verónica, quien sufría insuficiencia renal y murió el pasado 5 de octubre. Tenía 45 años.

"¡Ahí está papá, mami!", gritan "las quintis", como de cariño las llaman familiares y vecinos.

Las niñas señalan la Parroquia de San Judas Tadeo, muy cerca de donde viven en la Colonia Cerro de la Silla, en Juárez, donde despidieron los restos de su padre, José Gabriel Ramírez.

"Dile que ya no esté con Diosito, que ya se venga con nosotras", le dice Isabel a su mamá, Ema Vega, de 36 años.

Todos los días, Ema debe explicarles a las niñas, quienes cumplirán 5 años el 29 de noviembre, que su papá las cuida desde el cielo.

"Las quintis" jamás están quietas.

Unas siguen a las otras, corren por donde pueden. Son un torbellino.

Ema intenta ser alegre como sus hijas, pero luce cansada y triste. Los más de tres años que duró la lucha contra la enfermedad de su esposo fueron agobiantes.

José Gabriel era soldador en una empresa. El último año y medio ya no pudo trabajar por su estado de salud y Ema se dedicó a cuidarlo, con la esperanza de que saldría adelante.

"Un año después de que nacieron las niñas, le dio insuficiencia renal y empezó con diálisis peritoneal, así duró dos años. Yo le hacía las diálisis aquí en la casa", dice Ema.

"Después le dio peritonitis y le tuvieron que quitar el catéter peritoneal y le pusieron para hemodiálisis, pero se le descontroló mucho la presión".

A causa de eso, a su marido le dio glaucoma y perdió la vista.

'UN KETOROLACO Y YA'

Ninguno de sus familiares resultó compatible para donarle un riñón a José Gabriel.

Fueron incontables visitas a la Clínica 4 del IMSS, en Guadalupe, donde hubo veces que casi suplicó para que atendieran rápido a su marido.

Recuerda una tarde que estaba internado, no dejaba de sudar y decía que no podía respirar.

"Salí y le hablé a una doctora de las residentes, fue y ni siquiera le checó la presión, no le hizo nada, nada más lo miró y él bien desesperado le decía que no podía respirar, entonces ella le dijo a la enfermera: 'nada más ponle un ketorolaco y ya', y se fue", cuenta Ema.

"Cada minuto que pasaba estaba peor y volví a ir con los médicos, en eso me escuchó otra doctora que sí conocía a mi esposo y fue a verlo, lo revisó, se dio cuenta que traía la presión bien alta, le puso un medicamento y me dijo que lo iban a entubar".

Pasaron los días y José Gabriel no resistió una hemodiálisis porque se...

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