Vive 'terrorismo' en aeropuerto

AutorMarco Antonio Martínez

Una hora con 30 minutos duró el peor momento que tuve en Europa. En el aeropuerto de Munich, Alemania, fui detenido por la Policía bajo el argumento de que había problemas con mi pasaporte.

En dos semanas de vacaciones bastó hora y media para manchar el buen recuerdo de mi estancia por España y Alemania.

El 19 de noviembre llegué al aeropuerto de Munich, procedente de Palma de Mallorca, España. Eran las 22:30 horas y una amiga me esperaría en la llegada internacional del aeropuerto alemán, aunque ella me comentó que tal vez no llegaría a tiempo.

El vaticinio se cumplió... Ella no llegó. Al ver esto, llamé por teléfono a otra amiga alemana, con quien platiqué y reí.

La llamada duró entre 5 y 10 minutos. Al colgar vi que en todo el aeropuerto sólo había una pareja. Desesperado, marqué al celular de mi amiga bávara, pero no me contestó.

"Seguramente viene en el Metro", pensé.

Esperé de pie. En tanto, la pareja se iba. De pronto, salió otra pareja, un hombre y una mujer. Antes de detenerse, el hombre me mostró una credencial verde, con su foto, y una palabra impresa: Polizei.

Lo vi y no dudé que fuera una autoridad. Me dijo algo en alemán, no entendí y me preguntó en inglés de dónde venía.

Me pidió el "passport". Se lo mostré y lo revisó. Algo no le gustó y caminó hacia una mesa con un teléfono y una computadora. Le pregunté a su compañera, una pelirroja despeinada, de lentes y nariz respingada frágil, qué pasaba. Ella entendió mejor mi inglés y me dijo que había un problema con mi documento.

El policía regresó, malencarado, y confirmó lo dicho por su compañera.

Agregó que tenían que revisarme. Nos acercamos a un módulo de información que a esa hora estaba vacío, como el aeropuerto.

Me pidió que sacara todo de los bolsillos de mis pantalones. No le entendí a la primera y me lo repitió en tono grosero. Sus ojos estaban más abiertos y hacía preguntas sobre qué hacía yo en Europa, por dónde llegué, desde cuándo, por qué estuve en España y por qué visitaba Alemania.

Mientras preguntaba, revisaba todo. Vació mi cartera y miraba cada papelito, desde mi credencial de elector y de la UNAM hasta los boletos del Metro madrileño.

Me revisó las piernas con fuertes manazos. Cuando revisó mi entrepierna empujó fuerte con el filo de la palma de su mano, y me quejé porque me dolió. En inglés preguntó si no me gustaba. Nervioso, contesté: "Es que no estoy acostumbrado". Al revisar mi espalda, bajé un poco los brazos, y él, a gritos, me pidió que no los bajara.

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