Sobreaviso/ El viejo nuevo PRI

AutorRené Delgado

Cuanto más pretenden destacar las contradicciones ajenas, más resaltan las propias. Ese es el nuevo drama del equipo de Francisco Labastida que, de seguir como va, podría terminar escribiendo una tragedia política.

Bajo la pretensión de exhibir las contradicciones de Vicente Fox, Francisco Labastida expuso al sol las suyas.

-El capital político que le dejó al PRI la elección interna de su candidato se despilfarró unas cuantas semanas después del ejercicio y, ahora, que se quiere presumir al nuevo PRI como una realidad incontrastable se echa mano de los más viejos operadores.

-La operación cicatriz que se desatendió después de la contienda interna porque la fuerza de Labastida era imbatible, ahora, se aplica en medio de la desesperación. El abanderado tricolor se ve como un paramédico al que se le pide hacer una operación a corazón abierto arriba de la ambulancia.

-La mala configuración del equipo de campaña, ahora pretende corregirse sin reparar en los compromisos que se están adquiriendo. Compromisos que, a la vuelta de los días, podrían generar problemas mayores de los que se pretenden enmendar.

-Los plantones de los que se hicieron víctimas a auditorios de los más diversos, ahora se quieren reponer cuando ya le faltan días a la agenda del abanderado.

-El voto duro tricolor que siempre se dio por asegurado, se busca ahora cuando el tiempo debería destinarse a convencer al voto volátil.

-La idea de que la falta de compromiso era la mejor promesa de campaña, ahora se quiere subsanar, no fortaleciendo el discurso propio sino destacando la debilidad del discurso del adversario.

La candidatura de Francisco Labastida vive un drama que, mal resuelto, podría terminar siendo una tragedia para el candidato tricolor y su partido. El desdibujamiento de su perfil se quiere restaurar con brocha gorda.

La misma noche del 7 de noviembre en que la victoria coronó el esfuerzo de Francisco Labastida, se dejó escapar la oportunidad de acrecentar el capital político que le dejaba la contienda interna al hoy abanderado tricolor.

En vez de sumar, el equipo de Francisco Labastida comenzó por restar. El virus priísta de la soberbia prematura atacó de inmediato al equipo del sinaloense. Labastida empezó a despachar como presidente electo y su equipo de campaña como gabinete presidencial. La crítica de esa actitud, naturalmente, se minusvaloró. A quien se atrevía hacer el señalamiento, se le soltaban los perros de caza.

Se rechazó la operación cicatriz dejando...

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