Una vida en la psiquiatría

AutorMaría Luisa Medellín

FOTOS: ARTURO LÓPEZ

Desde sus días de estudiante en la Facultad de Medicina de la UANL, Adelina tuvo la intención de rescatar a quien llamaban Mike, un vagabundo con problemas mentales al que muchos alumnos y maestros conocieron porque solía deambular por el área médica universitaria.

Cumpliría ese propósito años más tarde, al frente del departamento de psiquiatría del Hospital Universitario, logrando que aquel hombre retomara una vida normal.

"Le pedía al personal que dejara un plato de comida para que Mike se acercara. Adelina platicaba con él y ganaba su confianza, hasta que logró internarlo voluntariamente bajo su supervisión", cuenta Bertha Tijerina Hinojosa, en ese tiempo maestra de arteterapia de los pacientes en internamiento.

"Después ni lo conocías: limpio, tranquilo, comunicativo. Del hospital se fue a una casa hogar y supimos que colaboraba ahí en algunas tareas".

Una vocación temprana

El origen de la vocación de Adelina Alcorta Garza se remonta a su niñez, cuando en su pueblo natal, Sabinas Hidalgo, veía a un par de personas con trastornos mentales, a quienes nadie se acercaba. Pensaba, entonces, que un día sería psiquiatra y buscaría el alivio de esas mentes en fuga.

De su infancia también recuerda que la plaza era su patio de juegos, y que iba a la escuela en dos turnos.

Con voz pausada platica que gracias a su abuela aprendió poesía, afición alimentada a lo largo de su vida, y que de alumna era muy conveniente porque sus padres no gastaban en vestuario cuando participaba en asambleas.

En su consultorio de muros claros, donde hay libros, cuadros, diplomas, un escritorio y confortables sillones, esta mujer de ojos grandes y cabello castaño cuenta que fue la cuarta entre los 12 hijos de los maestros Antonia Garza Santos y Ángel René Higinio Alcorta.

Que del primero hasta el octavo nacieron en casa con ayuda de la partera, y que el hospital sabinense se estrenó con el alumbramiento del noveno.

En la senda de la psiquiatría

Como en Sabinas no había preparatoria, la familia se mudó a Monterrey para que los hijos mayores continuaran sus estudios.

Don Ángel pidió el cambio de plaza, de director de la escuela anexa de Sabinas, al mismo puesto en la Mariano Matamoros.

Para Adelina, quien ingresó a sexto año en la primaria Chapultepec, fue un shock cultural. Allá, todos se conocían y andaban a pie de un lado a otro. Aquí, debía organizarse con sus hermanos para los traslados y casi no salía.

Así, del bachillerato biológico pasó a la...

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