Vida en Común/ Chico sin nombre

AutorLuis Eduardo Villarreal Ríos

Sonia detuvo el auto en el semáforo y su sorpresa fue mayúscula cuando vio lo que sucedía a unos metros de ella. Un chico de unos 12 años yacía llorando en el camellón de aquella congestionada avenida. A pocos metros, varios muchachos, mayores que él, se burlaban, le pateaban la cajita de chicles que vendía a los conductores de autos y le gritaban majadería y media. Asertiva como es, Sonia observó una terrible tristeza en los ojos de aquel chiquillo. Su corazón se volcó hacia él; como pudo estacionó su compacto mientras observaba cómo el pequeño se arrastraba para recoger sus chicles. Se acercó y le dijo al pequeño: "Son unos idiotas, no les hagas caso".

El niño la miró y sólo dijo: "Gracias". El llanto se le volvió una enorme sonrisa. Sonia le ayudó a recoger sus chicles y lo invitó a tomar un refresco con ella. Platicaron largo y tendido; el menor resultó ser muy agradable.

-Además de vender en la calle, ¿qué haces? -Estudio.

-¿Sí? ¿Dónde? -En la secundaria.

-¿Por qué vendes chicles? -Para ayudar en mi casa; es que mi mamá sale todo el día a trabajar porque mi papá anda de "mojado".

-Mmm.

A pesar de los conocimientos de Sonia y la tecnología emocional que maneja (ella es diplomada en Desarrollo Humano), se percibió a sí misma imposibilitada para ayudar eficazmente a este pequeño de la calle.

Entendió que la emergencia de grupos sin rostro -ni siquiera indagó el nombre del chiquillo agredido- es un fenómeno estructural frente al que no puede el inmediatismo del análisis oficial.

Quizá lo primero que haya que denunciar es la carencia de oportunidades, de las que el gobierno es, sin duda, el responsable principal, carencia que institucionaliza y perpetúa la pobreza y su expresión más vulnerable: las niñas y niños de la calle.

Este grupo constituye una experiencia donde lo peor se hace presente: enfermedades...

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