Víctor Kerber/ Una larga espera, desespera

AutorVíctor Kerber

Los cinco meses que transcurren entre las elecciones del 2 de julio y la toma de posesión del nuevo Presidente son verdaderamente asoladores, desgastantes y una guerra de nervios para todos en México, tanto para los que llegan al gobierno, como para los que se van, como para quienes somos meros espectadores.

Quienes todavía ocupan el mando dejan de tener autoridad en forma progresiva, empezando por el propio Presidente Zedillo quien aún alcanzó a captar la atención de cámaras y reflectores -en las últimas escenas de agonía de su régimen- con motivo del VI Informe y del grito de Independencia.

Pero lo cierto es que 151 días de interregno son demasiados; es demasiada la sensación de vacío en la que no se hacen planes ni compromisos ni se toman decisiones. Los burócratas, por su parte, han de estar atareadísimos en estos momentos borrando huellas, desapareciendo evidencias y destruyendo folios con las trituradoras a todo lo que dan.

Y a quienes todavía no ocupan el mando se les cuecen las habas, con toda razón, puesto que el Presidente electo no está en condiciones de ejercer el control pleno de las tareas administrativas ni hace designaciones para los puestos clave. Total que en México imperan la inercia y el rumor.

Eso es grave. Primero porque todo se suspende indefinidamente hasta nuevo aviso. Segundo porque no faltan quienes aprovechan las condiciones para llevar agua para sus molinos, como vemos que han hecho los grupos de ultraderecha con el asunto del aborto, o los intereses ajenos a México como en los casos de los embajadores Davidow y Mario Rodríguez de Estados Unidos y Cuba, respectivamente, o como ha hecho el altivo ex Presidente Carlos Salinas.

Cuando no hay autoridad plena el ambiente es propicio para que algunos saquen provecho y tracen los lineamientos que les convienen, con lo que en el fondo se lesiona la soberanía del Estado. Pero hay algo peor. El largo interregno provoca una desazón que finalmente debilita al Presidente electo.

Hay broncas de todo tipo. Las hay entre quienes se van y quienes llegan, ya que a pesar de las caritas sonrientes que hemos visto cuando Fox se ha reunido con Gurría, Madrazo, Diódoro o Green, no crea usted que prevalece la cooperación; más bien hay incertidumbre y recelo de quienes se van, lo cual redunda en el ocultamiento de información.

Sólo se revela lo mínimo indispensable, no lo máximo rentable para la gobernabilidad en un nuevo régimen. ¿Se imagina qué será cuando desaparezcan los actuales...

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