Vértigo de temporada

AutorAnaline Cedillo y con información de Ena Buenfil

FOTO: JORGE DELGADO

JALCOMULCO, Veracruz.- Descender por rápidos exige a los brazos, el abdomen y la espalda dar lo mejor de sí para remar varios kilómetros.

Mientras las piernas y los pies se aferran a las hendiduras de la balsa, los aventureros echan mano de su buen humor para disfrutar los baños de agua fresca y hasta una eventual caída a la corriente del río.

En México, uno de los destinos reyes para experimentar el rafting es Veracruz.

"Fue pionero y es el más famoso por la cantidad y variedad de ríos con los que cuenta", dice Ena Buenfil, directora de la compañía Expediciones Huaxteca.com, "además, está a sólo cuatro horas de la Ciudad de México por lo que se vuelve el sitio ideal para desplazarse en fin de semana".

En Jalcomulco son varias las compañías que proponen recorridos; Expediciones México Verde es una de las más experimentadas.

La aventura comienza con una plática sobre seguridad, en la que se explica desde cómo ajustar el chaleco salvavidas de alta flotación y el casco hasta cómo voltear la balsa en caso de que todos caigan al agua.

"De 10 veces que salen, ¿cuántas personas se caen?", pregunto, tratando de disimular los nervios de principante. "Es impredecible trabajar con la naturaleza, ayer salieron tres balsas y ninguna se cayó", dice Ulises, uno de los expertos.

Partimos del campamento hacia una sección del río Pescados-Antigua, cuyos rápidos son clase 3 y 4 (para intermedios con guía y avanzados). De ahí descenderemos hasta llegar a la comunidad de Apazapan, situada a unos seis kilómetros de Jalcomulco.

La balsa tiene capacidad para seis personas y a bordo vamos cinco. Tan pronto el bote está en el agua comenzamos a remar al grito de "¡adelante!", siguiendo las instrucciones de Irving, quien sentado en la parte posterior marca el ritmo y la dirección.

Ulises, otro de los guías va marcando el camino en un kayak. Antes de llegar a la primeras olas baña al grupo con su remo. El agua está heladísima, pero a medida que avanzamos ya no sentimos frío.

Viene una ola poderosa, Irving nos dice que nos pongamos de pie, recargando las rodillas en el extremo de la balsa. La instrucción no es broma, aunque parece: la idea es añadir vértigo a la experiencia, aceptando perder un poco de equilibro. Nadie sale volando como imaginé y antes de que termine el desafío ya queremos el siguiente.

Luego, orillamos la balsa. Para recuperar fuerzas, los guías nos ofrecen mangos dulces, recién cortados de los...

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