La ventaja de ser hijo de Marta

AutorOlga Wornat

APRO

MÉXICO.-¿No me ves bien gozado, a ver si adivinas de dónde vengo? ¡Pues de Las Vegas! Fuimos con mis hijos en el avión y nos quedamos ocho días en el Bellagio, ahí donde agarraron a Ponce. Sin viejas, con muchachas y mucha lana para gastar...

-Cuídate, Manuel, mira que si los filman o les sacan fotos...

-¡A nosotros no nos toca nadie, no somos pend...! Y estamos bien protegidos, no es la primera vez que vamos... -se jactó el boticario Manuel Bribiesca Godoy frente a un amigo en diciembre de 2004, mientras devoraba como un arrebatado unas enchiladas espolvoreadas con "chile del bravo" y humedecidas con tequila reposado.

En el modesto restaurante El Cisne de Celaya, los comensales que escucharon los pormenores del lúdico periplo realizado por el trío de descarados miembros de la familia presidencial sonrieron como si nada. Convertidos en resignados testigos de las impúdicas andanzas y del ininterrumpido festival de alegrías materiales protagonizado por los vástagos de La Jefa -grupo al que hace tiempo se sumó el ex marido-, la gente tiene la sensación de que no queda más remedio que reír y relatar estas historias, como si se tratara de una mala película que les pasa a otros.

Impotentes frente a la corrupción y la impunidad, los dóciles habitantes de Celaya han perdido la capacidad de reacción frente a la voracidad descontrolada de Manuel Bribiesca Sahagún, el mayor de los hijos, mezcla pueblerina devaluada de Tony Soprano, el protagonista de la serie estadounidense que relata las andanzas de un simpático clan de la mafia italiana. Similar en la adiposidad corporal, no así en lo intelectual, donde Tony gana de lejos, al primogénito no se le conocen títulos universitarios ni especialidad alguna; eso sí, ávido de fiestas, recorre antros y casinos como otros universitarios. Su hermano Jorge, de cuyo coeficiente intelectual se sabe poco y nada, no se queda atrás en la farra del sexenio. Aparece siempre acompañado de Guillermo Memo Sahagún, hermano menor de Marta y su partner empresarial, que en algunos proyectos de la construcción oficia como prestanombres.

El dúo circula acompañado de otros prominentes amiguetes devenidos novísimos integrantes de la high society de León: Mauricio Cano, Christian Stoever, Guillermo Guillo Medina (hermano de Carlos Medina Plascencia), Adolfo Garza y Giovanni Brachini. Cuando el escándalo de los videos estaba en su apogeo, Brachini se convirtió, por amor a la amistad, en el solícito bombero que corrió a "limpiar" las oficinas de los hermanos y quemó toda la documentación que comprometía a éstos con el empresario Carlos Ahumada.

"¿Para qué iba a estudiar? Mírenme dónde estoy ahora, no lo necesito, soy rico y poderoso", suele ufanarse Manuel, que no puede conjugar correctamente los verbos y a su no demasiado extenso vocabulario le adjunta siempre las palabras "pinche" y "ching...".

No obstante la ausencia de profesionalismo, este singular apologista de la ignorancia no se ha visto impedido de concretar rutilantes negocios. Para sus antiguos vecinos -además de funcionarios nacionales y estatales, y dirigentes políticos- el escandaloso crecimiento de su nivel de vida -y el paralelo engrosamiento de sus cuentas bancarias- ha sido tan vertiginoso, que no resistiría la más elemental investigación judicial.

"Los pobres ricos" es el mote que le dieron los celayenses a la familia.

En el fin de sexenio es un secreto a voces que los hijos de La Jefa son millonarios.

Todas las fuentes consultadas, a las que voy a resguardar porque me lo pidieron y por derecho profesional, confirman lo que aquí escribo. Y cuando digo fuentes hablo de secretarios de Estado, asesores -federales y estatales-, empresarios y proveedores. Es tan público y tan burdo que nadie se explica todavía cómo un fiscal, o quien corresponda, no haya iniciado una investigación sobre las actividades financieras de los herederos de lady Macbeth del Bajío, parafraseando a Germán Dehesa, que la llamó así en una de sus columnas. Y aunque la ley en México no prevé penalidad para los familiares de los gobernantes que se enriquecen mientras éstos cumplen su mandato, aquí lo mínimo es comprobar si existe tráfico de influencias.

-¿Tienes pruebas de lo que me dices, eh?- interrogó molesto Vicente Fox cuando un conocido empresario le habló sobre los rumores que circulan en el mundo de los negocios sobre los hijos de su consorte. Y de cómo lo perjudicaban y podrían perjudicarlo aun más cuando dejara Los Pinos.

"Parece que para muchos es más fácil creer en los rumores malintencionados. En mi gobierno y en mi familia nadie es deshonesto", añadió muy seguro. Lo mismo le sucedió a doña Mercedes Quesada en una oportunidad que planteó el tema a su hijo.

-Mis hijos no hacen nada malo, no hay nada deshonesto en sus negocios. Los mandé a investigar y no hay nada- aseguró Marta Sahagún a una colaboradora cuyo atrevimiento consistió en contarle con preocupación que se había enterado sobre problemas de Manuel con funcionarios de la Aduana, quienes se quejaban por las constantes presiones para que le entregaran al vástago un valioso cargamento de autos...

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