¡Vámonos al Ángel!

AutorEdgar Contreras

El lunes 11 de julio muchos mexicanos tuvieron un despertar diferente. Por un momento, el desempleo, la inseguridad y la tan sonada guerra contra el narcotráfico pasaron a segundo plano porque, como pocas veces, hubo un claro motivo para enorgullecerse.

También porque, como en escasas ocasiones, se justificó el júbilo en el Ángel de la Independencia, que honra a los próceres de la Patria y el cual fue el punto de encuentro entre la gente y los seleccionados Sub 17 que en la víspera ganaron la Copa del Mundo.

Cuando el turibús que transportó al plantel Tricolor arribó al monumento más emblemático de la Ciudad de México, a las 13:10 horas, Paseo de la Reforma se paralizó para festejar a unos niños que dejaron más de una lección a este País.

Porque cada venda de a 20 pesos en el Ángel era más que eso, pues fue el testimonio de la valentía y el coraje de un jugador que aun con una fuerte hemorragia (requirió 8 puntos de sutura) arriesgó el físico por una causa.

También porque a pesar del escepticismo ellos creyeron que podían ser más que los holandeses, franceses, alemanes y uruguayos, acostumbrados a ganar en un deporte en donde la fe del mexicano pocas veces es retribuida.

Además, porque los todavía menores de edad tuvieron la fortaleza para no rendirse pese a todas las adversidades en el torneo y porque hasta en su discurso se comprometieron, a diferencia de los clichés de muchos futbolistas profesionales.

"Sabemos que debemos ser unos jugadores...

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