El último romántico

AutorDaniel de la Fuente

Toda canción de amor guarda una historia. Así sea un pasaje efímero, una crónica de final afortunado o sobre desgracias entrelazadas, abundan melodías y letras de quienes la pasión les arrebató un suspiro que ha pasado de generación en generación.

Uno pensaría que estas piezas son compuestas por gente de lejos. Pero aquí en Monterrey basta caminar hacia una colonia del poniente para encontrar a un hombre cuyas canciones han trascendido el medio siglo: Carlos A. González.

De sus composiciones, conocidas a través de la radio, sobresale una cantada por generaciones: "Ojos Cafés".

Muchos no saben el nombre del autor, pero pocos han podido sustraerse a sus líneas, sea en voz del desaparecido Trío Monterrey, Los Dandys o Vicente Fernández: "Cafés, de un café oscuro, son tus ojos / con tintes luminosos de pasión / rubíes son tus labiecitos rojos / rojos y ardientes como el corazón...".

De acuerdo a la historia que apenas algunos conocen, Carlos compuso la célebre pieza al quedar prendado de la mirada de una mujer: Estela Gloria Delgado.

La historia detrás de esta canción, sin embargo, es más que un romance cualquiera. Es amor.

Carlos tiene 81 años, pero aparenta menos. De saco y corbata, lentes y bigote recortado y gris como su cabello, recibe con cortesía en su casa donde un árbol guamúchil descomunal ha destruido parte de la acera.

Con la voz apenas audible por una operación de cuerdas vocales, afectadas por sus años de fumador, el compositor invita a pasar a una sala acogedora en cuyas paredes se consigna una historia de amor: pinturas con el rostro de la amada, fotos juntos y reconocimientos a la carrera como compositor de este hombre nacido el 5 de noviembre de 1929.

Él fue el primero de seis hijos de Aurelio González Moncayo, primer gerente de Salinas y Rocha, y Ofelia Villarreal Martínez. La A. que presume el doctor en su nombre es por el de su padre, pero prefiere abreviarlo.

Desde chico sintió inclinación por la medicina, por lo que a los 15 años, tras una infancia entre viernes populares en cines y partidos de béisbol en el Estadio Cuauhtémoc, viajó al DF para estudiar médico militar.

"Pero el clima de México me hacía mucho daño y nos levantaban a las cinco de la mañana para bañarnos con agua fría", sonríe este hombre de estatura mediana y delgado. "'No, muy duro', dije. Me vine".

Aquel chico cuyos primeros años vivió en la Colonia Obrera y, más tarde, en Mitras Centro, ingresó a la Facultad de Medicina de la UANL, de la que egresó en la generación 55.

"Acabamos de cumplir 55...

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