Tres semblantes de Tailandia

AutorCecilia Núñez

Fotos: Mariela Sancari Enviadas

BANGKOK, Tailandia.- En algún momento de las 19 horas de vuelo desde Los Ángeles hasta Bang-kok cruzamos la línea del tiempo; un día entero en nuestro calendario se esfuma.

Nos urge tocar tierra firme y una bocanada de aire fresco. Pero el primer respiro en Bangkok se siente húmedo, casi pesado.

Fuera del aeropuerto nos espera una camioneta en la que escapamos del caos citadino hacia el sudeste del país. Nos envolvemos en el encanto tailandés desde el primer saludo: el wai prah, con las palmas de las manos unidas a la altura del corazón y una sonrisa en señal de gratitud y bienvenida.

Vamos rumbo a Ko Chang. Hay grandes expectativas: cuentan que la segunda isla más extensa de Tailandia es un paraíso terrenal en el que conviven la naturaleza intacta y los más encantadores resorts.

Recorremos la autopista Este hacia la provincia de Trat, justo en la frontera con Camboya. La travesía de cuatro horas y media comienza a revelarnos la esencia del país: los puestos callejeros de frutas exóticas, como lichi y rambután, presumen la fertilidad de la tierra; la foto del rey estampada en enormes carteles nos deja clara la lealtad del pueblo a su monarquía, pero son unas casitas de madera ubicadas en los jardines de todos los hogares las que despiertan nuestra curiosidad. Más tarde nos enteramos que son llamadas Casas de los Espíritus, ofrendas con frutas, caramelos, inciensos y velas para las almas de los familiares fallecidos: una muestra del carácter espiritual de los tailandeses.

Por sólo dos dólares -o 60 bahts, la moneda local- abordamos un ferry que en 30 minutos nos traslada desde el límite de Trat hasta la isla de Ko Chang. Llegamos para confirmar lo que habíamos escuchado: los 217 kilómetros cuadrados de la isla se llenan de montañas, cascadas, selvas y playas que bordean mares de azul profundo ricos en arrecifes de coral.

Tres días caminando entre villas de pescadores y probando los sabores del mercado local nos llenan de energía para seguir.

Desandamos los 320 kilómetros que nos trajeron hasta aquí. Ahora sí estamos ansiosos por descubrir Bangkok, donde la energía mística se fusiona con la vitalidad de una urbe moderna: templos budistas junto a restaurantes de firma, centros nocturnos y galerías de arte.

Pero Tailandia todavía nos...

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