Toledo su obra habla por él
Autor | Rocío Castelo |
FRANCISCO TOLEDO nació en Juchitán Oaxaca el 17 de julio de 1940; Su abuelo Benjamín, quien era zapatero del pueblo de Ixtepec, multiplicó la imaginación de Francisco en las salidas campestres que hacía junto a él en busca de resina vegetal, le iba contando todo el tiempo relatos populares y de la mitología la zapoteca, en la que los seres fantásticos se entremezclaban con todo tipo de animales y personajes legendarios.
Ahí nació, según me contó en una entrevista, su narrativa pictórica de animales; recordemos que ilustró con ese tema de Jorge Luis Borges el libro "Zoología Fantástica" y "Los Hombres que Dispersó la Danza", de Don Andrés Henestrosa, quien decía refiriéndose a Toledo: "Cuando Francisco habla es un hombre blanco, pero cuando calla y pinta -que es su única manera de hablar- es un indio".
El murciélago que tanto lo refirió en sus obras es, según esta mitología, el ave más bella de la creación. Fue quien creó al arcoiris como eco de su vuelo y los dioses lo castigaron transformándolo en un animal oscuro, como su presunción.
Francisco no sabía de pudor ni de pecado, tenía un humor acre y delirante con el que recorría cada pincelada o cada incisión de su buril, cuando trataba ese tema, dejando un rastro para algunos crudo y para otros un juicioso estudio social disfrazado de fábula y de crítica a la falsa moral de la sexualidad.
Es imposible enumerar todas las aportaciones que hizo Toledo en apoyo a la sociedad y a la cultura a lo largo de su vida.
Sólo por mencionar algunos comentaría que al frente de la organización Pro-Oaxaca recuperó ex conventos, logró canalizar y tratar aguas negras, encabezar en la calle movimientos para defender las tradiciones, las antiguas bancas del zócalo y hasta la comida oaxaqueña repartiendo tortillas en oposición a las cadenas comerciales americanas.
Asistía con regularidad a los penales a llevar libros a los presos; porque decía que "esa era la manera de abrirles ventanas a su vida y a su reclusión".
Esta gran sensibilidad ante el dolor de los demás fue muy clara cuando en el año 2014 diseñó y armó papalotes con los rostros de cada uno de los 43 normalistas asesinados en Ayotzinapa, declarando al diario español "El País": "Quise ser ilustrador de mitos, y esto es una vergüenza que no tiene nombre; los políticos quieren que se pase la página, pero esa página no se podrá pasar nunca.
Queda para la historia de la infamia. Hay una costumbre del sur: cuando llega el Día de Muertos, se vuelan papalotes...
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