Toda una pionera

Como pilar importante de su familia e influencia para sus hijas, quienes heredaron su gusto por la gastronomía, doña Maricú Llaguno de Ortiz es un ejemplo de tenacidad y entrega para lograr concretar las cosas que se desean.

Su interés y gusto por la cocina nacieron en ella desde que era muy pequeña, porque veía cocinar a su abuela, María Cantú de Llaguno, y a su madre, Virginia Farías de Llaguno, aquellas recetas que hasta la fecha tiene muy presentes y que forman parte de la tradición familiar.

A pesar de no tener estudios gastronómicos profesionales, doña Maricú buscó los medios para informarse y conocer más sobre el mundo de la repostería.

“Yo no tomé clases de cocina a nivel profesional, ya que en ese entonces no había la oportunidad de hacerlo, porque no había escuelas gastronómicas.

“Mis conocimientos y experiencia los fui adquiriendo buscando recetas en libros, por medio de recortes de revistas o iba a una pastelería que estaba en México y me fijaba cómo estaban hechos los pasteles”, señala.

Su práctica y experiencia en la repostería al hacer galletas, postres en casa y pasteles para boda provocaron que decidiera crear un negocio de manera más formal.

“Esto con el tiempo se convirtió en un negocio de familia al que llamamos Maricú, y después de dos años en funcionamiento nos asociamos con La Baguette (pastelería de la Ciudad de México). Fue a partir de ese momento que iniciamos todo un trabajo arduo lleno de entrega y de pasión que duró 20 años con la pastelería Maricú La Baguette”, dice.

Aunque las satisfacciones fueron muy grandes, a raíz de que la pastelería fue por mucho tiempo la única en su género, no todo fue color de rosa, porque el negocio familiar pasó por momentos difíciles y, dadas las condiciones, tuvo que terminar su ciclo.

“Llegó un momento en el que pensamos que ya no era necesario seguir batallando tanto y por eso tuvimos que cerrar, porque a pesar de que significaba mucho para los que trabajamos ahí, todo tiene un tiempo y a nosotros nos llegó el momento de descansar.

“Para mí significa una satisfacción muy grande en mi vida haber tenido mi pastelería y ver aquellas colas de gente que llegaban a comprar el pan o los pasteles, porque en ningún otro lugar de ese tipo lo he vuelto a ver”, explica.

Después de cerrar la pastelería, su hija Patricia Ortiz de Roccatti decidió abrir una escuela gastronómica e invitó a doña Maricú a que colaborara con ella de forma periódica, actividad que sigue realizando hasta la fecha.

“El trabajo que he realizado a lo largo de mi vida me ha dejado muchas satisfacciones, porque cuando se tiene amor a la camiseta, a pesar de las complicaciones o situaciones difíciles, uno siempre sale adelante.

“Y esa misma idea trato de decírsela a los alumnos, para que sepan que no sólo hay que trabajar porque es necesario hacerlo, sino porque es algo que les gusta y apasiona”, comenta.

"Considero a mi familia, tres generaciones, como el...

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