Toda una Babel tecnológica

AutorDaniel de la Fuente

Una de las aventuras más emocionantes que ha emprendido el Tec de Monterrey en su existencia ha sido la de ir conformando un acervo bibliográfico útil y, a la vez, valioso.

Con el paso del tiempo este hecho se enriquece tanto que hoy el Instituto puede jactarse de tener entre sus muros una Babel tecnológica en pleno crecimiento, donde al par del desarrollo computacional, que permite albergar más y más acervos de calidad y origen fidedigno, los archivos físicos siguen incrementando su valor, a tal grado que parte de ellos puede ser considerada candidata a Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

La Biblioteca Cervantina

El escritor Ricardo Elizondo está desde sus tiempos de estudiante entre las paredes de la Biblioteca Cervantina. Ya en 1968, de la mano de uno de los pro hombres de la historia local, Eugenio del Hoyo, conoció los alcances del acervo, que cuenta hoy con 250 mil volúmenes, atractivos para cualquier bibliófilo.

Fue en 1980 cuando Elizondo tomó las riendas de una de las bibliotecas de historia más importantes de América Latina. Y es que, paradójicamente, el espacio lleva el nombre de Miguel de Cervantes, cuando no hay un solo libro de literatura, salvo 2 mil ediciones distintas de El Quijote, donados hacia 1954 por Carlos Prieto, quien fue propietario de Fundidora.

"La biblioteca es de historia y ciencias afines. ¿Por qué fue así?", cuenta Elizondo. "Carlos Prieto, patrono del Tec en su tiempo, tenía la intención de que aquí se impartiera educación siguiendo el modelo de El Quijote: con ese idealismo que a veces roza lo inocente del hombre de La Mancha, pero con los pies bien fijos en la tierra como lo es Sancho, quien a veces peca de realista. El deseo de don Carlos era que conserváramos esa metáfora por siempre.

"En aquel tiempo se le llamó a la biblioteca, que era un solo salón, 'Miguel de Cervantes', pero como se patrocinó un concurso cervantino, de allí a que se llamara Cervantina había un paso. Hablamos de 1958 ó 1960. Desde ese tiempo Del Hoyo y (el humanista) Luis Astey luchaban por que no se llamara Cervantina, sino Colecciones Especiales, pero no fue así".

Los tesoros

Hay hombres que juntan libros como reúnen timbres. Los bibliófilos no se reconocen por sus ensayos, sino por la cantidad y calidad de sus libros, apreciados sobre todo como objetos. Al morir, sus bibliotecas tienden a la dispersión, no así las que, al paso del Siglo 20, fueron compradas por manos generosas y donados íntegras al Tecnológico.

Así, llegaron...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR