Titereteando

AutorMarcela García Machuca

No es fácil ser de madera y vivir aquí.

Aquí, en Padre Jardón 968, donde parecería que tras las paredes de sillar levantadas en el Siglo 19 no queda vida, la hay, pero transcurre de modo diferente, las palpitaciones se concentran en las mañanas cuando los acartonados anfitriones de nombres extraños reciben las visitas de los escolares, y los domingos después del mediodía cuando llegan familias enteras.

Muchos títeres han ido y venido a París de la mano del Guiñol en 40 minutos, al bosque con Caperucita, al interior de cada uno con Pinocho, alrededor del mundo con Gogo. Unos ya saben que cuando los títeres no están frente al público en su teatrino de colores, esperan la próxima función como murciélagos colgados de pies con la cabeza hacia abajo.

Lo que muchos de los visitantes aún ignoran es que hay momentos en que sus cabezas de hule espuma, de cartón o de madera yacen solas, a veces sin ojos, sobre una mesa en el pequeño taller que está al fondo del patio.

Cuando las cosas van bien, sus creadores se ocupan de ellos todas las tardes, con amor y paciencia, y terminan sus gestos, sus caracterizaciones y sus vestidos. A veces llega a oscurecer y los titiriteros siguen trabajando con ellos.

Pero las cosas son tan extrañas en esta casa, que no son lo que aparentan, sino todo lo contrario, lo que en realidad sucede es que las marionetas manejan a sus creadores. Ser de madera y vivir en esta ciudad no sería posible sin un par de titiriteros a su servicio.

La historia de esta situación empieza un noviembre 15 años atrás.

Una niña tímida de overol es la protagonista de "Yo sé que Puedo", la obra con la que nace en noviembre de 1986 Baúl Teatro, un grupo de actores que poco a poco fueron dejando la expresión de sus cuerpos para darles con ellos expresión a otros cuerpos.

El grupo lo formaban Elvia Mante, César Tavera, Luis Javier Alvarado y Enrique Gorostieta.

Elvia había conocido a César dos años antes, en Nuevo Laredo, donde ella tuvo la primera escuela de teatro para niños, con pantomima, títeres y actuación.

Él, que pertenecía al grupo Matraz de la Facultad de Ciencias Químicas de la UANL, fue a presentar "Historias para ser Contadas" y tuvieron que compartir el teatro con "Circo, Maroma y Teatro", donde ella participaba. Ambos se flecharon cuando él le expresó públicamente que el mejor trabajo del espectáculo local había sido "Libertad", de ella.

Para enero del 85 los teatristas ya se habían casado y vivían en Monterrey. Trabajaron con algunos...

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