Sugerencias del Gourmet/ Este mesón ahí la lleva

AutorG.L. Othón

No todos los españoles han llegado a nuestra tierra con el afán de conquistarla. Algunos más bien se han dejado conquistar por los grandes atractivos que en ella encuentran.

Entre ellos se encuentra don Ricardo Carrera, quien junto con su esposa Irene Blanco llegó a Monterrey hace 24 años y ambos no sabían que serían conquistados por el ambiente cálido (y lo digo en todo el sentido de la palabra) y próspero de nuestra ciudad.

Hace cinco años su hija Irene se animó a abrir un pequeño restaurante llamado El Mesón de la Paella, ubicado en Cumbres, y desde entonces ha contado con el apoyo de sus papás, quienes en todo momento están al pie del cañón.

Este mesón de nuestra era está ubicado al frente de una casa de una manera muy simple y sencilla. No hay una gran inversión de por medio, pero es lo que pretende ser, un mesón; digamos que en Italia sería una tavola y en Francia un bistro, o aquí en México una fonda, aunque, a decir verdad, en nuestra ciudad no hay ninguna de estas últimas, que en el centro y sur del País abundan por doquier.

Pues resulta que desde hace tiempo nos habían recomendado ir a este restaurante, pero como tengo un compadre que es un experto en paella y seguido nos invita, lo habíamos estado posponiendo hasta que llegó el momento y cargué con todo y compadre, para compartir con un crítico y conocedor de la materia y poder contar con su opinión.

El lugar consta de dos salones pequeños con lugar para no más de 40 gentes, y se hacen garras con un sólo mesero que, cuando el lugar está lleno, anda de un lado paíl otro sin parar; sin embargo, no pierde pisada bajo la mirada vigilante de don Ricardo, quien entre cigarro y cigarro checa que todo esté en orden. Pues este amable mesero de inmediato nos ofreció una copa de vino de la casa (obviamente español), que con gusto aceptamos, a la vez que solicitamos una variedad de tapas para empezar nuestra jornada gastronómica.

Mi compadre insistió en probar la morcilla (42 pesos) que, aunque no es santo de mi devoción, me pareció buena sin más, aunque él dijo que era muy auténtica, incluso no dudo que fuera hecha en casa.

No podíamos dejar de probar una sencilla pero clásica tortilla de papa (30 pesos), buena, pero simple, como lo es por naturaleza, y unos champiñones al ajillo (42 pesos) con su buena dosis de ajo y rete harto aceite de oliva, buenos para remojar un buen pan, lástima que el que sirven esté medio regularcito.

De tapa en tapa y de copa en copa llegamos hasta la sopa, aunque...

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