Sugerencias del gourmet / Nada la derriba

AutorG.L. Othón

Con lo que se compite a nivel restaurantero en estos tiempos es ver quién saca la mejor carta o dónde impera el glamour, para estar prestos a indagar si esos nuevos aires aportan una nueva experiencia al paladar.

Se habla de deconstrucción de platillos, cocina de autor y de fusión, pero para fines más prácticos creo que la gente también sigue conservando en su memoria ese sabor del que ha sido afín durante décadas.

Aunque ya les había contado no hace mucho de La Gran Muralla, en esta ocasión lo fui a visitar con tres clientes que venían de fuera y que traían la inquietud de probarlo por recomendaciones de otros.

Claro que ahora pedimos platillos diferentes y, como les dije antes, siempre seré su fiel seguidor, porque no dejan de pulirse en el sabor ni en la calidad.

Pero tenemos que ser sinceros al decir que el tiempo se detiene cuando regresas a La Gran Muralla, que desde 1987 se plantó en el sector Valle, cuando ni por error se soñaba la actual invasión de la comida oriental en ese sector y en toda la Ciudad.

Entre que llegaron los sushis y similares para multiplicarse en el mercado quizá se apaciguó el furor, aun cuando la construcción del lugar siempre ha llamado la atención y no ha desmerecido en la modernidad actual.

Por dentro sigue intacto. Sólo una pantalla de plasma contrasta con el mobiliario clásico chino en colores tradicionales, como guindo y mostaza. La vajilla también evoca aquellos primeros años ochenteros y las divisiones internas hacen honor a su nombre, pues realmente parecen murallitas.

Si el tiempo no perdona en las instalaciones, sí hace méritos en la atención que prestan los meseros al cliente, pues casi todos vieron nacer este negocio, que no cierra ni un sólo día al año, y se ve que están encariñados con su quehacer.

También la sazón, la calidad de los alimentos y lo bien servidos que los presentan siguen atrayendo a los comensales, que en horarios nocturnos y de fines de semana se avocan a visitarlo.

Ahora lo visitamos al mediodía, donde el mercado que se aprecia es de hombres de negocios que disfrutan la amplitud del lugar, así como de las viandas humeantes de platillos preparados por los cocineros auténticamente chinos de siempre.

Para empezar, los cuatro que fuimos pedimos una orden de rollos de huevo, mejor conocidos como egg rolls, con el tradicional relleno de repollo, que acompañamos con tres salsas a elegir: una agridulce, otra picante y la clásica de soya.

Estos rollitos nos parecieron exquisitos, pues la...

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