Sugerencias del gourmet / Cumple su sabor en buen ambiente

AutorG.L. Othón

"Zapatero a tus zapatos, y déjate de otros tratos" reza un refrán, que tuvo origen en la antigua Grecia, donde un pintor no aguantó crítica tras crítica que un zapatero profería sobre unas sandalias que pintaba.

Con esta idea salimos del Gran Invernadero, que nos entusiasmó allá en el 2012 cuando lo visitamos y ahora nos dejó buscando refranes.

Sus espacios impresionan, no en balde surgieron de la visión de reconocidos empresarios como don Rogelio Arrambide y Gilberto Mario Garza. Basta poner un pie dentro y parece uno entrar un poco al salón principal del Titanic de James Cameron.

Si a esto sumamos el bien surtido y presentado bar al fondo del lugar, y la máquina de tortillas a la vista, manejada por manos expertas, la expectativa se eleva... quizás demasiado.

No hay carta de vinos, tampoco de bebidas y toda la oferta culinaria viene en un menú de seis páginas.

Ya instalados, de inmediato llegó un señor molcajete de salsa colorada con tostadas de harina y maíz; picosita pero gentil, y otra en salsero de mucho menos picor.

Quizás debimos irnos hacia sus especialidades de alta parrilla, el cabrito o sus cazuelas, pero nos estacionamos en las entradas.

No había alcachofa al olivo, pero nos llamó la ensalada Argentina, que resultó demasiado modesta, tanto, que no nos la creímos que fuese Argentina.

Hay nueve botanas tradicionales y nueve caldos/sopas, pero no lograron endulzarnos la vista y nos fuimos a los platillos principales.

Pedimos la caña de filete, que llega aún crepitando en su elegante comal. Fácilmente cumple con los 500 gramos que describe el menú, pero desluce su escueto acompañamiento, poca cebolla asada y puré de papa.

Rara vez perdemos la oportunidad de degustar pescados o mariscos que adornan el menú, y nos gustó que ofrecen huachinango, el que de nuevo queda a deber; casi solitario en el plato, se acompaña sólo de arroz y brócoli -un poquito pasado de cocción- y un dip rico y cumplidor.

Tanto el filete como el huachinango en sí tuvieron buen punto y sazón, pero su presentación y acompañamiento al plato no los dejaron cumplir al 100 por ciento.

Había dos opciones de tinto y una de blanco al copeo. Para el corte elegimos un Merlot que llegó correctamente y un Chardonnay servido en copa flauta -propia de vinos espumosos- a temperatura de servicio...

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