Sofía Orozco / La felicidad

AutorSofía Orozco

Esta semana en la mañanera nos fue anunciado que el Gobierno federal trabaja en un nuevo índice de medición para determinar el bienestar y la felicidad del pueblo. Un par de indicadores que serían una alternativa al PIB para conocer no sólo el desarrollo y crecimiento del País, sino la disminución de desigualdad y, sobre todo, algo así como el índice de satisfacción de ser mexicano y estar feliz con su destino.

Nuestro Presidente habla de aprovechar la nueva normalidad que nos va dejando el Covid-19 (de la cual no sabemos aún sus estragos ni sus alcances) para desarrollar este nuevo índice quizá suponiendo que estos 60 y tantos días de encierro, de paro en las industrias y comercios, de caída en empleos y consumo, de cierre de negocios y pérdidas económicas aún no dimensionadas, en los que para muchos la subsistencia ha sido un verdadero milagro, nos dejarán curtidos para revalorar hasta el sabor de un plato de frijoles... de lata.

Eso: un proceso traumático en diversos grados que nos deje agradeciéndolo todo, al punto que si alguna vez el encuestador del Inegi asoma a nuestra puerta y nos pregunta ¿qué tan feliz es usted?, uno conteste con plena seguridad: mucho, muy feliz.

Esto sonaría muy serio si no pareciera broma.

Es cierto que grandes crisis como ésta deben sacudir a fondo nuestros anquilosados modos de vivir, y es cierto que grandes crisis como ésta nos dejarán grandes enseñanzas de donde cada quien podrá o no tomar nuevos valores para asignar en sus vidas, y una posibilidad es justamente la de ser feliz con una amplia variedad de opciones, y no necesariamente con riqueza económica generada y consumo.

Pero aquí hablamos de personas y aunque un país se conforma de personas, un indicador de felicidad como parámetro alternativo al PIB nos alejaría de una reflexión seria sobre bienestar, y nos dejaría en el nivel de dicharacho mexicano, surgido en la resignación: "pobre, pero honrado", "donde comen dos comen tres", "hombre pobre, con poco se alegra y socorre", "no es pobre el que poco tiene, sino el que mucho desea".

Pobres, pero contentos.

Y no está mal, es cierto que la felicidad no la da el dinero, pero un Gobierno no puede tomar como indicador la benevolencia de sus ciudadanos para disfrutar con ahínco sus vidas para dejar de hacer exactamente lo que sí le corresponde.

Medir la felicidad en un país que...

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