Sobreaviso / Paisajes y personajes

AutorRené Delgado

La élite en el poder se desentiende del agravamiento de los problemas y, sin verlos, echa mano de viejas fórmulas y conductas. Se confunde el paisaje con los personajes. Los personajes se pierden en el paisaje.

La derecha se renueva echando mano de los más añejos recursos y argumentos del priismo. La izquierda se muestra cada vez más conservadora e intolerante. Y el priismo eleva a rango de consigna la idea de que los adversarios están fuera del partido y los enemigos dentro.

Ya no es novedad que los personajes de la política mexicana se confundan, pero sí que el paisaje sea cada vez más complicado y que la ciudadanía pierda capacidad de asombro frente a cuanto está aconteciendo.

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El paisaje es delicado. Las ejecuciones del narco, aquí, allá, donde sea, forman parte de la cotidianidad y a nadie conmueve el que la carretera o la calle sea el escenario donde el narcotráfico practica sus ajustes de cuentas.

Con temor se decía que ojalá México no fuera a colombianizarse, siendo que en realidad lo peor que le podría ocurrir a Colombia sería mexicanizarse. Y es que el punto de diferencia entre las ejecuciones en Colombia y en México es la frontera que unas y otras marcan. En Colombia, los ejecutados, al menos, hasta hace unos años, eran Jueces, políticos, periodistas y candidatos y eso, con todo el dolor que suponía, marcaba una frontera entre la industria del crimen y el Estado. Esas ejecuciones dejaban en claro que, con todo y su poder, el narcotráfico no había logrado penetrar en la estructura del Estado colombiano.

En México, no mueren Jueces, no mueren políticos, no mueren periodistas, no mueren candidatos, porque en el negocio del narco están involucrados varios de esos agentes del Estado. Por eso la disputa es entre narcos. La lucha es por territorios y mercados, lo otro lo tiene resuelto el narco. La frontera entre esa industria del crimen y el Estado se ha borrado. Por eso Colombia no debe mexicanizarse.

Luego, en el caso mexicano, hay otro detalle. Frecuentemente, entre los ejecutados o los socios del narco aparecen servidores públicos que, en vez de servir a la sociedad, sirven al crimen. A ellos que se les equipó con armas, vehículos, aparatos y sistemas de comunicaciones y, sobre todo, con una investidura para facilitar su actuación se les da, cuando traicionan a la sociedad, un trato de delincuentes comunes y corrientes, siendo que son algo peor que eso. Si su sueldo, equipo e investidura los pone el Estado para preservar el...

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