Jesús Silva-Herzog Márquez / Juan J. Linz

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Ha muerto uno de los grandes estudiosos de la democracia en el mundo. Desde New Haven, el español Juan J. Linz provocó discusiones fructíferas sobre la salud de las democracias. Estudió su nacimiento y su muerte, sus padecimientos, su anatomía institucional, su metabolismo, su compleja fisiología.

Pero lo importante no fue solamente lo que dijo sino también lo que suscitó. Hay pensadores que concluyen, otros que convocan. Juan Linz fue un académico de semilla. Sus estudios fijaron una agenda de reflexión.

Por supuesto, sus monografías eran piezas académicas acabadas, impecables muestras de inteligencia y de rigor. Fue un comparatista ejemplar. Cada idea encontraba asidero en mil casos: constituciones en un continente y en otro, experiencias cercanas y distantes. El politólogo encontraba en la comparación el gozo del científico en su laboratorio: la aventura de probar hipótesis, la emoción de hallar conocimiento. Quien sólo sabe de su país no sabe nada, ni siquiera entiende a su país.

Por eso, al ponerle nombre político al franquismo, nos ayudó a entender mejor la política mexicana. La dictadura española era ostentosamente antidemocrática y, sin embargo, estaba lejos de ser una dictadura totalitaria. Los nudos de su poder eran distintos, otro su dispositivo de legitimación. Se trataba de una configuración política peculiar: un régimen autoritario. A Juan Linz debemos el concepto.

Algunos vieron en esta fórmula una descripción benévola del franquismo. Discrepo: se trataba de una precisión conceptual relevante. La crítica gana cuando se afila, cuando discierne, cuando enfoca. Bajo el autoritarismo, el poder no está en juego, pero hay espacios -limitados, por supuesto- para la organización independiente que resultan inadmisibles bajo la dominación totalitaria.

En el autoritarismo pueden existir franjas de autonomía, siempre y cuando no pongan en riesgo el núcleo del poder autocrático. Y, lejos de servir a una Idea, el régimen se monta en una mitología difusa e incoherente. Para comprender la democracia, pues, había que trazar con claridad sus fronteras, entender qué es un régimen totalitario, un régimen autoritario o, lo que después examinó con fascinación por los extremos, un régimen sultanista. Su aporte fue crucial: sólo la precisión nos permitiría comprender la naturaleza del bicho autoritario y anticipar, en consecuencia, las rutas de su transformación.

En esa órbita está la segunda gran contribución de Linz: el estudio del cambio. Toda...

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