El silencio de los inocentes

AutorDaniel de la Fuente

Editora: Rosa Linda González

No hubo necesidad de que nadie le avisara. Óscar Isidro Salinas contemplaba desde su casa aquel incendio, que llevaba dos días en la cima del Cerro del Topo Chico y que inició por los cohetes de la Navidad de ese 2007.

En eso llegaron unos vecinos e invitaron al joven, entonces de 19 años, a subir para ver el siniestro, que ya era sofocado por Protección Civil.

Isidro, moreno y aún con los rasgos del niño que creció entre tejabanes pequeños como el que ahora habita con sus cuatro hermanos, su padrastro y su madre Brígida, en la Colonia Pedregal del Topo Chico, en Escobedo, aceptó el paseo, miró un rato las llamas y luego bajó con los amigos.

Fue cuando lo detuvieron policías de este municipio a él y a otro, en tanto el resto echó carrera por el monte.

Al principio, relata el muchacho en la cocina de su casa, donde predomina una cama y la foto de un pandillero que hace la señal de un arma en la sien y que a aquél le gustó para recortar de una revista y enmarcar, los oficiales fueron con su familia y pidieron 3 mil pesos por soltar a los jóvenes.

La gente negó tenerlos.

En eso llegó la prensa y a la policía le entró el "deber", por lo que presentó al par como responsable.

Así, Isidro y su amigo fueron llevados a las rejas municipales, pese a los reclamos de los vecinos, quienes reconocen en él a un joven trabajador, creativo con la serigrafía y sin vicios. Ambos pasaron 10 días en la celda y tuvieron que aguantar que, por el Año Nuevo, la Alcaldesa Margarita Martínez allí presente dejara salir a todos los presos, excepto a ellos.

Una abogada de oficio les sugirió culparse para alcanzar cuatro de los seis años que estimaba era la pena.

"¿Por qué?, o sea, soy inocente", recuerda el muchacho que dijo.

"Las cosas no pintaban mal, dije: 'Noombre, en días salgo', pero pasó el año nuevo, llegó el 5 de enero y nos dijeron 'van pal' penal, no alcanzan fianza', quién sabe por qué, y allí fue cuando dije 'esto está jod...'".

Isidro y su amigo entraron al Penal del Topo Chico, donde nunca habían caído, y aquél se quedó unos días en el área de observación. Allí se encontró con sus dos hermanos, quienes llevaban meses de estar presos por riñas.

"Isidro era inocente; él ni estaba en la casa cuando empezó el incendio", dice Brígida, su madre, a quien los hijos llaman "Vicky".

"Al penal entró muy asustado, pero más bien indignado porque no sabía cuánto tiempo iba a pasar encerrado".

Tan pronto como llegó a observación y se sentó en el suelo a esperar su traslado a celdas, un preso que deambulaba quiso "picudearle" agresivamente: "¡Eh, presta la playera!".

No llevaba ni la hora e Isidro daba así sus primeros pasos en la ruta del encierro sin delito de por medio.

I

Este muchacho del Pedregal del Topo Chico pudo haber estado hasta seis años en prisión de no ser porque la agrupación local Renace creyó en él, le designó abogado y lo puso en libertad cuatro meses después de su aprehensión.

Fundada en 1994 por los abogados Ernesto Canales, Leopoldo Marroquín, Héctor Garza, Javier Navarro y Jorge Barrero, e inicialmente bajo la dirección de Alejandro Ponce de León, la asociación se ha especializado en defender a gente inocente y en recaudar fianzas para obtener la libertad de personas de escasos recursos acusadas de cometer un delito menor por primera vez.

Martín Sánchez, actual director de la asociación ubicada en el Barrio Antiguo, cuenta el origen de la iniciativa que, tan sólo el año pasado, logró 670 salidas a través de fianzas, comprobación de inocencia y salidas alternas, medida esta última que no amerita juicio y propone la rehabilitación del ofensor en lugar de su encierro.

"El licenciado...

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