Sergio Sarmiento / El inquisidor

AutorSergio Sarmiento

"La injusticia cometida contra uno solo es una amenaza contra todos".

Montesquieu

El capitán Luis de la Barreda Moreno, quien ocupó diversos cargos en la extinta Dirección Federal de Seguridad, fue perseguido de manera tenaz por el fiscal especial para movimientos sociales y políticos del pasado, Ignacio Carrillo Prieto, en el sexenio de Vicente Fox. Al final perdió los 10 casos que inició contra este hombre, quien al comenzar los procesos contaba con casi 80 años de edad.

Jurídicamente, el trabajo del fiscal fue un fracaso y su gestión quedó marcada por dudas sobre su honestidad personal y su capacidad profesional. Pero aunque la perversidad de su persecución no logró ese fallo de culpabilidad que tanto anhelaba, sí obtuvo la ejecución extrajudicial de un anciano. El capitán De la Barreda Moreno sufrió, mientras estaba prófugo, en 2006, un triple infarto y enfrentó convaleciente los últimos casos en su contra. Falleció finalmente en junio de este 2008.

El doctor Luis de la Barreda Solórzano, ex presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y actualmente director del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI), ofrece hoy un volumen, "El Pequeño Inquisidor: Crónica de una Infamia" (Océano), que es no sólo una narración absorbente de la cacería emprendida por Carrillo Prieto sino también un entrañable homenaje a su padre.

En sus acusaciones, el fiscal Carrillo Prieto desechó cualquier indicio de inocencia, inventó hechos inexistentes e hizo inferencias sin sustento. Responsabilizó sin pruebas al capitán de la Barreda Moreno de la desaparición de Jesús Piedra Ibarra, el hijo de doña Rosario Ibarra de Piedra. Afirmó que el funcionario había planeado y dirigido personalmente la represión del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, a pesar de que ese día se encontraba hospitalizado tras una intervención quirúrgica. Lo señaló, nuevamente sin pruebas, como responsable del ataque de Los Halcones a una manifestación estudiantil el 10 de junio de 1971.

Una tras otra, las acusaciones cayeron por tierra. Incluso en un sistema de justicia tan viciado como el mexicano era imposible que fructificaran. Pero el fiscal presentaba siempre una nueva acusación cuando se desmoronaba la anterior.

Uno podría pensar que la izquierda mexicana, aquella que sufrió las persecuciones del Estado en los años 60 y 70, se habría inconformado con la actuación de un inquisidor cómo éste. Pero no. Una izquierda vieja, con aspiraciones...

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