Sergio Elías Gutiérrez/ 'Esta revolución es eterna'

AutorSergio Elías Gutiérrez

Las últimas dos semanas fueron de claroscuros para Fidel Castro y sus 40 años en el poder. En la primera semana, sufrió una condena de parte de la Organización de la Naciones Unidas por considerar que en Cuba no existe respeto a los derechos humanos, fundamentales en las democracias.

La censura, aunque dividida, no deja de ser importante. México, fiel a su política exterior, se abstuvo de votar esa resolución. En un comunicado aparte la cancillería mexicana, en clara alusión a Cuba, señaló que un país que no respeta los derechos humanos no es soberano, en el más puro sentido de ver a la soberanía como expresión de la voluntad general.

Pasado ese mal trago, la semana pasada cerró con un triunfo político para Castro, al menos así lo ha querido hacer ver él mismo. Cuba hizo del caso del niño Elián González un asunto de sobrevivencia de la revolución frente al imperialismo; el desenlace hasta hoy ha sido favorable para la política de la isla.

Fidel se puso a la cabeza de la demanda de millones de cubanos, disidentes y afectos a su régimen, que pugnaban por el retorno del balserito a su país. El asunto tomó para su solución el camino judicial, como suele suceder en Estados Unidos. Los jueces y sólo los jueces podían decidir la entrega del menor al padre o su permanencia en suelo estadounidense en calidad de asilado.

Las autoridades de migración y las judiciales decidieron a favor del derecho del padre a ejercer la patria potestad sobre el menor. Los familiares y miembros de la comunidad cubano-estadounidense hicieron del asunto una causa de guerra contra el régimen de Castro del cual huyeron y de pasada pusieron al gobierno del Presidente Clinton en un aprieto.

La disyuntiva que enfrentaron Clinton y la señora Janet Reno no era sencilla: si permitían que los familiares del niño incumplieran la orden de una corte federal de entregar a Elián a su padre, se estaría en el caso de un desacato a un mandato judicial, insólito en un país que tiene particular devoción por el respeto a las órdenes judiciales. La acción policial, para hacerla valer, podría tener costos políticos.

De haber triunfado la presión de la comunidad cubana en el sentido de acatar o no una resolución judicial, hubiera puesto en juego el prestigio y el poder del Poder Judicial, el más respetado de todos y hubiera sentado grave precedente en situaciones futuras.

La administración del Presidente Clinton seguramente tuvo en cuenta que la acción policial, con todo y sus costos...

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