Saurio sangrante

AutorDaniel Salinas Basave

Muéstrame un hombre con un tatuaje y te mostraré un hombre con un pasado interesante.

Jack London

El cuchillo que va a amputar mi pierna derecha será colocado cuatro centímetros y medio por debajo de la rodilla. Le pedí al médico que me señalara el punto exacto y entonces lo marqué con un plumón. Después me quedé mirando mi extremidad, tratando de imaginar cómo lucirán los saurios una vez que sean rebanados. El saurio de la luna quedará cortado casi exactamente a la mitad. Sobrevivirá la parte inferior del cuerpo y la larga cola con punta de tridente, pero se perderá su hocico de afilados dientes y las garras en donde sostiene la luna. Con el saurio del árbol, en cambio, lo que se perderá es la cola con punta de espada, pero permanecerá la cabeza cornuda y sus garras que se bifurcan en las ramas del árbol de la vida. El saurio crucificado también quedará sin cola, pero se conservaría parte de la cruz y su cabeza sangrante bajo la corona de espinas que adorna mi rodilla. El que se perderá por completo es el saurio de fuego, enroscado en la pantorrilla como una serpiente en espiral y el saurio de los ases de espadas en mi pie, casi totalmente carcomido por el color negruzco que ha ido tomando la ulceración. También se perderá casi por completo el amorfo saurio fundacional que parece estar rayado con un plumón opaco y cuyo valor sentimental no solamente radica en el hecho de ser el tatuaje más antiguo bajo mi piel, sino también el primer tatuaje que el Wizard elaboró en su vida.

Lo que no sé cómo carajos explicar es que cambiaría todo el mural temático de mi pierna por salvar el saurio del corazón partido. Si los condenados a muerte tienen derecho a pedir una última voluntad, no veo por qué un condenado a la amputación de su extremidad no pueda pedir una consideración para un único rincón de su piel. De todo mi cuerpo, surcado por ríos de tinta de todos colores, sólo hay cuatro centímetros que deseo salvar como reliquia sagrada. ¿Será posible arrancar esa laja de piel y conservarla como una estampa en formol? Estoy dispuesto a pagar por ello y no una simple propina. Sé que en Ámsterdam existe un museo del tatuaje en donde se exponen decenas de pieles tatuadas conservadas en formaldehído. El saurio está enroscado arriba de mi tobillo. En sus garras sostiene la mitad de un corazón sangrante. Las gotas de su sangre han sido ya alcanzadas por el tono violáceo que ha empezado a tomar mi pie diabético en los últimos meses. El corazón partido aún...

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