Sabor de México/ Amecameca: Un lugar con corazón

AutorPatricia Quintana

Ultimo de una serie

Ahora, después de Texcoco, nos disponemos a viajar hacia Amecameca. El camino se puede hacer vía Chalco, o bien por la ruta de los volcanes, la cual nos permite admirar esas vistas majestuosas que le ofrece el Valle de México a quienes llevan a cabo este recorrido, especialmente asombroso y bello, cuya naturaleza magnífica contrasta con la sobriedad de Teotihuacan.

Sin duda, uno de los aspectos más interesantes de nuestra visita a Amecameca es que los domingos el pueblo se viste de fiesta y la gente brilla de entusiasmo, y el mercado extiende hasta los puestos del tianguis la generosidad de sus sabores y fragancias que le dan fama, y por todas partes se ofrecen ya las inigualables nieves, que lo mismo se paladean en tiempo de calor que de frío o de lluvia.

Aquí, como invitados a un festejo mayor, llegan para efectuar alegre comercio los vecinos de los pueblos cercanos, trayendo sus bultos de variada mercancía: maíz, frijol, chile, piñón y nuez, que pregonan con contagiosa algarabía.

Y cuando llega la hora de darle gusto al paladar, ahí está para llenarnos de gozo el singular guiso de conejo adobado con chile guajillo, el cual se prepara siguiendo la tradición de los ancestros: primero se cocina a las brasas y después se sumerge en el adobo; para acompañarlo hay sobre la mesa un par de riquísimas y olorosas salsas, una de tomate con chiles manzanos, y la otra verde, aromada con cilantro criollo. Las infaltables tortillitas, acompañantes fieles de cualquier guiso, están hechas a mano, y uno, mientras come, escucha los ruidos sonoros de cuando las van haciendo.

Los nopales son otro platillo especial, rociados con queso y acompañados con rodajas de tomate y cebolla y unos trozos de chicharrón y un toquecito de crema y de queso fresco. Los caldos de barbacoa son otra delicia más, y la revividora sopa de pancita, y el chorizo bañado en salsa, y los tlacoyos, y los taquitos sudados, y por si fuera poco los chiles rellenos de chicharrón prensado, bañados con salsa de frijol y servidos con tortillas azules.

De los puestos esparcidos por aquí y por allá surgen a la vista, para que nazca el amor, carnitas, rajas con papas, tinga de pollo, arroz rojo con huevo duro, tacos de carne de puerco en su jugo al pasilla, caldos de pollo... Y así, cada domingo, entre las cenizas y bondades de la zona, entre el júbilo de la gente y la presencia memorable del paisaje, entre los árboles, el frío y los cantos de las aves, entre el valle y la...

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