Rosaura Barahona/ Tampoco, tampoco

AutorRosaura Barahona

Estoy en Cardiff, un puerto precioso que me está haciendo sufrir por dos cosas: porque está muy fresco para mis genes tropicales (entre 12 y 18¦C) y porque el seminario esta pesado. Pero espero que las neuronas que me quedan no estén muy enteflonadas y pueda aprender cosas nuevas.

En el largo viaje de avión (por cierto, el aire acondicionado en los tres aviones venía puesto como si los pasajeros fueramos pingüinos), coincidí con una japonesa que había vivido en México y, aunque no conversamos mucho, cuando supo que era mexicana me felicitó porque "por fin tu país salió de la dictadura". Como yo estaba a punto de sufrir hipotermia, mi cerebro funcionaba peor de lo normal (es posible, aunque usted no lo crea) y no tuve ganas de puntualizar varias cosas al respecto. Preferí concentrarme en la película porque no traía guantes, y si me hubiera descubierto las manos para tomar el libro, se me hubieran convertido en paleta.

Dejé pasar el bienintencionado comentario y cuando estaba esperando trasbordar, había dos franceses detrás de mí, que también habían vivido en México. Me preguntaron que de dónde era y cuando les respondí, uno de ellos dijo: "Mmmmh, ahora será un país muy interesante; los mexicanos aprenderán a vivir en libertad y eso trae muchos cambios". Iba a abrir la boca, cuando el otro acotó: "Lo bueno de vivir en una dictadura es que te hace apreciar mucho mejor la libertad cuando llega".

Ahí sí, ya no me aguanté. "Tampoco, tampoco". El hecho de que algunos colegas y muchos foxistas y antipriístas hayan usado la metáfora de la dictadura para hablar de los 70 y un años del PRI en el poder, no significa que hayamos vivido en una dictadura durante todo ese tiempo. La libertad de que gozamos los mexicanos durante ese tiempo, en casi todos los sentidos, no es la de una dictadura. Aunque Vargas Llosa haya dicho que era la dictadura perfecta.

En una dictadura, no se puede transitar libremente por el territorio nacional y, hasta donde usted y yo sabemos, jamás nos impidió nadie ir a donde se nos diera la gana de vacaciones, trabajo o vagancia pura.

No se puede estudiar la carrera universitaria por la que se sienta inclinacion. El dictador, sea una persona o el gobierno, decide qué carrera conviene que estudien los prepos en esos momentos, pero, además, decide cuántos pueden estudiar, cuántos se van a la milicia (sin opción) y cuántos entran a la fuerza laboral, sea en calidad de obreros, artesanos, granjeros o lo necesario para los fines de...

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