Rosaura Barahona/ De regreso

AutorRosaura Barahona

Ya regresé. Por fortuna, todo salió bien durante el viaje. El reencuentro con dos ciudades (Madrid y París) que habíamos conocido y vivido hace más de 30 años fue muy interesante tanto por lo que se han transformado ellas y su cultura como por lo que nosotros hemos cambiado.

No esperábamos encontrar las cosas igual; hubiera sido absurdo. La información que de allá nos ha llegado a lo largo de todos estos años a través de películas y de textos, había modificado ya el mapa impreso en nuestras mentes y, en más de un sentido, en nuestro corazón.

Como siempre y como en todos los países, lo que pudimos ver aun con todo planeado fue muchísimo menos de lo que deseábamos. En estos casos existen dos opciones: el estilo excursión (recorrer sitios de interés a ojo de pájaro y a la velocidad del Concorde) o el estilo más vale cuadro que dure que galería que canse: ver con calma tres o cuatro cosas que interesen y -con todo el dolor del corazón- dejar lo demás para otro lejano día.

La primera opción tiene la enorme desventaja de que todo acaba siendo un amasijo de formas, colores, nombres y sitios en nuestra mente. La ventaja es que se puede decir que se estuvo en tal o cual sitio y se vio la obra de tal o cual autor, sin mentir. Nosotros siempre hemos optado por lo segundo, de manera que ignoramos casi todo, excepto algunos rincones que, eso sí, disfrutamos enormemente.

De esa vuelta a una ciudad en la que vivimos nuestros tres primeros años de casados, rescatamos muchas cosas, pero sin duda lo más importante fue el reencuentro con algunos amigos. Fuera de los cambios externos esperables y explicables, encontramos sus espíritus tan abrazadores y cálidos como entonces. Nos repusimos del famoso jet lag (malestar provocado por el cambio de horario) con relativa facilidad, pero del "José Luis (uno de los amigos) lag", todavía no nos reponemos. Cenábamos a las diez y media de la noche y a las doce se nos unían otros amigos para empezar a platicar alrededor de unas copas. A las tres y media de la mañana ellos estaban frescos como lechugas recién cortadas y nosotros parecíamos rábanos reciclados.

Por supuesto, no los encontramos a todos. Algunos han muerto y otros, ex compañeros talentosos que entonces prometían mucho, han terminado en los oficios más extraños: dos son magos (uno por gusto, porque tiene dinero como para vivir sin hacer nada); otro tiene un método para jugar en los casinos por medio del Internet y gana tanto dinero que algunos casinos buscan ya...

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