Rosaura Barahona/ Que sean felices

AutorRosaura Barahona

Cuando una pareja se casa, la costumbre es abrazar a los novios y decirles: "¡Que sean felices!". Esa expresión es un clisé (que todos usamos con sinceridad) y que, como muchos clisés, es muy útil.

El lenguaje somos nosotros. Sin nosotros las palabras son cuerpos inertes, cadáveres. Para que adquieran vida, deben ser oídas, pronunciadas, escritas e interpretadas por alguien. Las palabras son nuestro camino y nuestra visión del mundo. Si alguna palabra tiene para nosotros un significado vago, jamás a partir de ella, podremos elaborar una idea precisa y clara.

Por eso aquello de "Si lo sé, pero no sé cómo explicarlo", no es del todo cierto. Si lo sabemos bien, lo entendemos bien y podemos explicarlo. Si lo sé más o menos, lo entiendo más menos que más y si trato de explicarlo lo más seguro es que entregue a manera de explicación, un amasijo confuso de palabras o ideas imprecisas.

De ahí la importancia de la reflexión. Los seres humanos que se dan (o toman) tiempo para reflexionar, a menudo tienen ideas más claras -y sobre todo revisadas- que quienes repiten como cotorros lo que está de modo decir o lo que se les ha enseñado a decir en determinadas circunstancias pero sin que aquello tenga un significado real.

Ahí entran los clisés. Pero el problema no son los clisés de cortesía. Lo siento mucho, ¡Feliz cumpleaños!, ¡Sea lo que sea, nada más que venga sanito!, sino los clisés intelectuales, espirituales y sociales que crea cada grupo social y hereda, precisamente, a través del lenguaje.

¡Que sean felices! Es un buen deseo pero ese buen deseo, visto con atención, tiene implicaciones particulares. Desearle a alguien que sea feliz, implica ponerlo en manos del azar, con el anhelo de que lo trate bien y lo cubra con un manto de buenaventuranza eterna. Y si bien algunos creemos en la suerte porque, la verdad no hicimos nada para caer en la familia que caímos, ni para tener los papás que tuvimos, ni para recibir las oportunidades que recibimos, otros mucho también sabemos que ser feliz (si hay algo que pueda definirse de eso modo), depende, en gran medida, de cada uno de nosotros.

Nadie desea ser infeliz y, sin embargo, a menudo lo somos. A veces por circunstancias sobre las que tenemos ningún control pero también a veces porque nosotros propiciamos la infelicidad (no siempre de manera consciente). Y eso usted, amable lector, sabe que depende de muchas cosas como la actitud, el humor, la salud y el momento.

Sería más honesto abrazar a los novios y...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR