Rosaura Barahona / La transa somos todos

AutorRosaura Barahona

El ser humano a menudo ve lo que quiere ver y no necesariamente lo que está frente a él. Algunas personas, al vernos en el espejo, nos concentramos en lo más salvable de nuestro rostro o anatomía, como si al hacerlo lográramos que los demás se fijaran sólo en eso.

No es así. Los demás se fijan en todo, de modo que la percepción de nuestra apariencia es distinta para nosotros y para los demás.

Pocas cosas son más dramáticas que pararse sin ropa frente a un espejo y observar, descarnadamente, cómo somos en realidad. Eso es difícil, pero es mucho más difícil hacerlo con nuestro interior porque no hay espejos reflejantes del espíritu, de la mente o del alma, y la única opción para ver cómo somos (desde nuestra perspectiva, claro) es a través de la reflexión profunda.

El catolicismo en que fui educada cuando niña tenía una cosa, para mí, extraña. Se llamaba "examen de conciencia" y se debía hacer todas las noches al acostarse... pero no entendíamos qué era. A menudo quien pide las cosas no las explica porque son tan obvias para ella (o él) que dan por sentado la comprensión por parte de los demás.

Pregunté y me explicaron: debía repasar lo hecho durante el día y ver qué fue bueno, regular o malo para tratar de no repetir lo malo e intentar mejorar lo regular.

A esa edad lo malo era pelear con los hermanos y desobedecer a mamá. Lo bueno, haber hecho la tarea, portarse bien en clase y obedecer a mamá. Lo regular nadaba de muertito entre uno y otro.

El examen de conciencia era bastante aburrido y siempre igual, de modo que fue archivado en algún sitio del cual no salió cuando se le necesitaba porque lo bueno y lo malo empezaron a confundirse.

De algún modo eso nos pasa a muchos: rehuimos lo que sabemos indebido o malo y nos concentramos en lo positivo o bueno (como al vernos en el espejo).

¿Por qué le cuento todo esto? Porque, mire, muchos mexicanos tenemos como parte de nuestra vida diaria la adicción a las quejas, entre las cuales la corrupción va casi en primera fila.

Los corruptos son los políticos, los funcionarios públicos, los burócratas, los empresarios monopólicos, los comerciantes acaparadores, los contrabandistas... nosotros, no. Nosotros somos víctimas de la corrupción; no corruptos.

¿No somos? Quizá una minoría no lo sea, los demás aceitamos máquinas, embarramos manos, evadimos el fisco, nos saltamos...

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