Rosaura Barahona / Niños nuevos

AutorRosaura Barahona

Muchos vimos el video. El viernes 27, en una escuela de La Estanzuela, en Monterrey, una maestra escucha ráfagas de tiros y, con tranquilidad, pide a sus alumnos de jardín tirarse al suelo, pegar la carita al piso y no levantar la cabeza.

Una niña pregunta qué pasará y la maestra Martha, con serenidad, le asegura que nada si siguen acostados en el piso. Algunos niños levantan la cabeza y la maestra de inmediato los exhorta a cantar una canción. "¿Cuál cantaremos?", pregunta, como si fuese cualquier día de trabajo, y añade: "Ah, ya sé" y empieza a cantar una sobre las gotas de chocolate que le gustaría atrapar con la boca abierta e invita a los niños a abrir la boca, sin moverse, mientras cantan: "Ahahahahah, ahahahahah...".

No lloro con facilidad, pero lloré: una maestra inteligente, consciente de la obligación que tiene de proteger a sus alumnos, opta por entretenerlos ante una situación que jamás debieron vivir esos niños ni otros.

Escuchamos su voz tranquila, pero es fácil imaginar su temor y su temblor. Los balazos se siguieron escuchando cerca. Mientras cantaba, su imaginación debió haber revisado las posibilidades que tenían, ahí, sus alumnos y ella.

En el capítulo "Los Alumnos", de su libro "Patas Arriba: La Escuela del Mundo al Revés" (Ed. Siglo XXI), Eduardo Galeano dice: "Día tras día, se niega a los niños el derecho a ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños".

El escritor uruguayo escribió eso en 1998; hablaba desde el ocaso del siglo 20 o, si usted gusta, desde el atisbo del amanecer del 21. Ya sucedían algunas de las cosas que continúan sucediendo ahora, pero no con tanta intensidad y, como no nos habían afectado a nosotros, no nos ocupábamos de ellas.

Nuestros niños ya no viven su barrio ni su colonia ni su ciudad. Ya no salen a jugar en los parques y en las calles para explorar...

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