Rosaura Barahona / No perdamos lo ganado

AutorRosaura Barahona

¿Cuánto tiempo le ha tomado a México conseguir un sistema de votación electoral más o menos confiable? ¿Cuánto dinero, tiempo, esfuerzo y lucha? La pregunta es retórica; si intentara responderla necesitaría, por lo menos, un ensayo completo.

A quienes crecieron oyendo hablar del IFE (Instituto Federal Electoral), su existencia les parece natural; muchos suponen que siempre ha estado ahí para, entre otras cosas, emitir credenciales de votación confiables, establecer un marco normativo para que los partidos y agrupaciones políticas actúen sin dañar a la comunidad, validar los resultados electorales y presentarnos las estadísticas de nuestro comportamiento cívico.

El IFE, lejos de ser perfecto, ha mostrado sus fallas e imperfecciones, pero aún así todos lo agradecemos y apoyamos porque la otra opción es volver al caos.

¿Por qué antes del IFE casi no votábamos, o mejor dicho, por qué nuestros votos carecían de valor? Por muchas razones, entre otras, porque sabíamos de antemano quién ganaría.

Por aquellos días, la Oposición era un membrete colgado a un grupo de idealistas conservadores o a un grupo de radicales marginados. Unos y otros discutían, denunciaban, se quejaban, ponían candidatos, hacían campaña, pero jamás ganaban. ¿Cómo, si la maquinaria estaba armada para volverlos comparsas y para tener siempre el mismo partido triunfador?

Votaba quien quería, cuantas veces quería y en tantas casillas de votación como se le diera la gana porque bastaba con dar una dirección falsa para ser aceptado como vecino de un sitio desconocido.

Todos los encargados de las casillas eran del mismo bando y todos eran ciegos: no veían las urnas embarazadas. Las urnas no se armaban como se hace ahora para garantizar que estén vacías. Antes, al ser colocadas ya llevaban en su seno votos suficientes para garantizar el triunfo del partido oficial.

Luego estaban los "carruseles": acarreados a quienes llevaban en camiones especiales de casilla en casilla para votar por el tricolor.

Y aunque parezca insólito, había robos de urnas. Cuando se detectaba una casilla con muchos votantes a favor de un partido distinto al PRI, llegaban unos gorilas y cargaban con las urnas, sin que nadie pudiera detenerlos.

Los votos los contaban los mismos, las actas salían con más votantes de los existentes, las quejas y denuncias se ignoraban; pero todo eso...

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