Rosaura Barahona / Ario

AutorRosaura Barahona

Hoy iba a tratar otro tema, pero quise enviar un abrazo al hijo y a los muchos amigos de Ario Garza Mercado, fallecido hace algunos días en la Ciudad de México. Pensé escribir un par de párrafos antes de iniciar el artículo, pero Ario da para tanto que el texto se fue alargando y debí posponer lo otro para el martes.

Nos enteramos de su muerte primero por una esquela muy sobria y, después, por un texto en Facebook de Méntor Tijerina, uno de sus discípulos y amigos: "Ario fue un nuevoleonés de cepa quien dedicó toda su vida a la academia y a la enseñanza. Formó parte de esa generación de jóvenes regiomontanos de principios de los sesenta que optaron por las ciencias sociales, la literatura y el arte, en vez de los negocios. Durante muchos años fue el Director de la Biblioteca del Colegio de México, autor de uno de los textos que muchos de los estudiantes de Ciencias Sociales usamos en nuestras primeras investigaciones: 'Técnicas de Investigación en Ciencias Sociales', fue poeta y un hombre con un gran sentido del humor. ¡Descanse en paz!".

Dice bien Méntor: "Ario perteneció a una generación de maestros universitarios con una visión muy distinta a la de los actuales maestros universitarios; no mejor ni peor, sino distinta".

Esa visión tenía que ver con el mundo, que era otro, como otro era el País, otra la Ciudad y otra la Universidad de Nuevo León (todavía sin la A). Todos ellos fueron tocados por las Humanidades que entonces eran esenciales y no accesorias, y eso los llevó a vivir una época en donde importaba más el ser que el tener, lo cual marcó la diferencia.

Independientemente de qué carreras estudiaron, todos ellos son buenos o excelentes lectores de literatura, de filosofía y de política. El cine, la música, la pintura y el teatro han sido fundamentales en su vida.

Lo académico tenía sentido no sólo cuando cubrían un programa y examinaban a sus alumnos, sino cuando el bagaje que se iba adquiriendo a partir del diálogo con los libros, con otros maestros y, por supuesto, con los alumnos, ampliaba la visión individual y permitía ver y comprender las cosas de otro modo.

Ario, como Lucas de la Garza, Artemio Benavides y otros maestros de su generación, nunca se limitó a dar clases apegado al libro: contagiaba a sus alumnos con su pasión por conocer, analizar y ver las cosas desde otras...

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