Roma, una carta a México

AutorMaría de Alva

Roma hay que entenderla no como una película con una historia, sino más como viñetas que van engarzando recuerdos como las cuentas de un collar.

No pasa nada y a la vez pasa todo, de la vida privada a la vida nacional.

Nos entrega lo mejor y lo peor del País. Solidaridad, amor, fuerza, familia, responsabilidad, trabajo. Violencia, racismo, machismo, clasismo. Dos caras siempre.

Cleo limpia la casa y a la vez, limpia a la familia. El niño Cuarón (Paco, el güerito) fantasea con sus otras vidas que comparte con Cleo, sin saber que estará hecho para contarlas. Juntos miran desde la azotea el cielo lleno de nubes como una película fotografiada por Gabriel Figueroa y sueñan con la vida que tendrán.

La madre trata al inicio a Cleo con condescendencia, la hace trabajar día y noche como esclava, pero tras la salida del padre de sus vidas, fielmente representado casi de forma cubista con acercamientos al coche y a las colillas de cigarro -un hombre que, como el coche, no cabe en esa familia- ella se acerca a Cleo.

De pronto la necesita y depende tanto de ella, que deja la mirada clasista y pasa a la fraterna. "Cleo, te queremos mucho", le dice al final en el abrazo fraterno y desesperado de los niños y ella con la protagonista sobre la arena. El amor queda en el tejido de brazos que se aferran a los cuerpos que se necesitan de forma íntima y entrañable.

Los hombres en este filme abandonan a las mujeres, ya sea en el cine o en la casa, y ellas se hacen cargo. Pero no es una película sentimental, la contención emocional dice más que otra cosa. No hay excesos, menos es más. Las miradas y los silencios agregan tenuemente a lo que se guarda como en un cajón una fotografía que no se mira.

Desde escenas minimalistas como el rostro de Cleo tras el parto a escenas cargadas de las calles defeñas o la plaza de feria en Veracruz; pasamos de la soledad al México bizarro, caótico, festivo donde no cabe un alfiler.

Los cielos abiertos y el carnaval como un filme de Fellini, la película rinde homenajes de forma constante a diversos momentos de la historia del cine, sobre todo, a las películas en blanco y negro. La nostalgia de los tonos se da, pero también aparecen con una nitidez que alude a la tecnología del siglo 21. El filme así usa lo mejor de nuestro siglo para conformar una memoria del pasado.

Recrea una época de forma costumbrista, desde el afilador que pasa por la calle, las tortas de una famosa cafetería, las pistas de carritos de los 70 o los gansitos...

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