Rogelio Ríos Herrán / La diosa encuesta

AutorRogelio Ríos Herrán

Una de las preguntas que estaremos formulando a partir del 3 de julio, independientemente de quién haya ganado la elección presidencial y las legislativas, será la siguiente: ¿qué hacemos con las encuestas?

Nunca como antes ha llegado el ciudadano mexicano a tal punto de saturación de información basada en las encuestas que, de tanto creer en ellas, ya casi no cree en nada. En algún momento del camino, la encuesta pasó de ser una útil herramienta de medición a convertirse en una diosa a la cual hay que rendir pleitesía.

El problema no es de profesionalismo ni de metodología, afortunadamente el rigor y la acuciosidad prevalecen entre quienes diseñan encuestas en México.

Más bien, es una cuestión de percepción de parte de una ciudadanía poco entrenada en el manejo y la interpretación de las estadísticas y porcentajes que arrojan los números, mucho menos de conceptos sofisticados como los márgenes de error, el tamaño de la muestra, los cortes de sectores socioeconómicos, segmentos rurales y urbanos, grados de educación, etc.

Eso es mucho pedir para los ciudadanos de un país que no es precisamente amante de los números, la estadística ni cuestiones metodológicas que apasionan a los expertos. Desde los ojos del hombre de la calle, los porcentajes que mágicamente cambian de una semana a otra entre los candidatos en contienda se ven con la reverencia y el misterio de lo insondable.

¿Ir con 5 por ciento de ventaja es una victoria o un empate técnico? ¿Por qué nunca coinciden las encuestas y sus variaciones son notables según quien las elabore y aplique?

Los encuestadores se curan en salud antes de dar sus números con precisiones de todo tipo. Pero, al momento de hacerlo, alimentan la suspicacia de los ciudadanos, para quienes la relación con el encuestador se ha convertido en una especie de juego del gato y el ratón: tú me preguntas lo que quieres que te conteste, pensará el encuestado del encuestador. En la pregunta va la respuesta, dirán los más suspicaces; mejor te digo lo que quieres que te responda, pero mi verdadera intención me la reservo. Entre eso y un laberinto no hay mucha diferencia.

La encuesta, nunca está demás reiterarlo, es un instrumento de medición sumamente valioso en el trabajo...

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