Rogelio Ríos Herrán / Carrera por la Rectoría en la UANL

AutorRogelio Ríos Herrán

Si el perfil del Rector que requiere la UANL para enfrentar los retos del nuevo siglo se define no sólo en base a la personalidad de una figura, sino al equipo de trabajo que lo apoya y a los resultados mostrados en el trabajo en facultades, entonces hay que analizar lo hecho en áreas clave de la Universidad.

El director de la Facultad de Medicina, Jesús Ancer, fue mencionado apenas el martes en la columna MAKiavelo como uno de los posibles contendientes, y ciertamente uno de los más fuertes, a la sucesión del Dr. Galán Wong en la Rectoría.

De intenso contacto con la comunidad, tanto la Facultad de Medicina como el Hospital Universitario son quizá las instituciones de mayor proyección externa de la Universidad, las que presentan tanto las mayores oportunidades de ayuda y beneficio a los ciudadanos como las de mayores riesgos: la falla más insignificante está bajo el severo escrutinio de la sociedad y los medios de comunicación.

Me tocó conocer en persona al Dr. Ancer, en relación a que tuve conocimiento de la queja de un alumno frustrado por haber quedado fuera de la Facultad en el examen de admisión a pesar de que su calificación fue ligeramente más baja de la requerida.

No sólo fui atendido con prestancia, sino que la explicación que me proporcionó el Dr. Ancer del sistema de admisiones, acompañado de su equipo completo de colaboradores, fue altamente satisfactoria.

En una época en que la transparencia apenas empieza a abrirse paso en las instituciones sociales, fue un buen gesto del director de la Facultad dedicar la atención suficiente a aclarar un caso, entre miles, con un editorialista en medio del maremagnum del proceso de admisión.

En particular, el manejo de la Facultad de Medicina implica ante todo, para cualquier director, hacer honor al prestigio nacional e internacional que coloca esa escuela como una de las mejores de América Latina en su ramo.

Los procesos de admisión de miles de solicitantes; el impulso suficiente para disminuir la cifra de deserciones; la naturaleza misma de la carrera de medicina que demanda prácticamente una subordinación total a quienes la cursan; los grupos numerosos, los inevitables conflictos entre maestros y alumnos y, para rematar, los conflictos derivados de las asignaciones al servicio social son parte de la travesía de alumnos y maestros, generación tras generación.

Todo ello conforma un panorama interno en la Facultad que ya de por sí sería suficiente para absorber el tiempo y la capacidad de su...

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