Los rituales de la obsesión

AutorMaría Luisa Medellín

A los 5 años, Patricia tomó un crayón azul y trazó una línea divisoria a la mitad del clóset que compartía con su hermana. De ahí hacia la derecha colocaría sus prendas, aunque el propósito real era delimitar y resguardar su mundo de orden y perfección.

Cuenta que al recorrer con la mirada el interior de ese guardarropa todo lucía impecable, similar a los espacios que le correspondían en esa recámara: su cama, sus juguetes, su mesa de trabajo y su silla.

Nadie podía tocar o mover sus pertenencias, había diseñado un meticuloso esquema para ordenarlas y se daba cuenta de inmediato, se encorajinaba incluso si alguien se apoltronaba en su cama y dejaba pliegues en la colcha.

Riéndose, Patricia Silva Martínez, de pelo castaño y ojos grises azorados, o "fish eyes", como ella los llama, recuerda los continuos pleitos con Olivia, un año mayor que ella.

"Mi hermana aventaba su ropa en la silla del cuarto, y me generaba ansiedad y molestia, no entendía por qué no arreglaba sus cosas".

Esta mujer ha cruzado la línea de los 40, y apenas seis años atrás descubrió e inició una rehabilitación por el desorden obsesivo-compulsivo que acompaña su vida.

"Ahora que conozco mi problema veo que lo lógico es que los niños sean más relajados, pero yo era ordenada en exageración. Me creía perfecta y quería meter en mi molde a los demás, quería controlar lo que hicieran".

Olivia relata que los arranques de Patricia volvían casi nula la convivencia, pero los atribuía a su forma de ser y les daba poca importancia, a fin de cuentas la que se desesperaba era su hermana, no ella.

Eso sucedía hace más de tres décadas, cuando no se tenía idea de lo que era un desorden obsesivo-compulsivo.

Las primeras noticias del padecimiento llegarían del vecino país una década después, y aún entonces se creía poco frecuente por el número relativamente escaso de consultas; una realidad diametralmente contrastante con la actual.

La Organización Mundial de la Salud refiere que el cuadro obsesivo-compulsivo es la cuarta enfermedad mental más usual de los países desarrollados, estimando que afecta al 2 ó 3 por ciento de la población, y es incluso más común que la anorexia nerviosa en la adolescencia y si no se trata, tanto o más incapacitante que la esquizofrenia.

En Patricia, este trastorno se hizo presente en su manía por la limpieza y el orden, al disponer los objetos alineados, en la repetición de palabras en momentos de fuerte estrés, en el uso permanente del color negro en su vestimenta y en fobias que emergieron conforme creció, como viajar en avión, subir sola a un elevador, cruzar un túnel y refugiarse en casa si había tormenta.

Quizá el ejemplo más cercano para ilustrar su situación sería la imagen de Jack Nicholson como Melvin, en la cinta "Mejor, Imposible".

Esa necesidad de lavarse constantemente las manos y usar para cada ocasión una pastilla de jabón diferente, andar por la calle sin pisar ninguna de las rayas de la acera, reorganizar geométricamente los cubiertos antes de...

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