Al ritmo que les toquen

AutorYaotzin Botello

Corresponsal

BERLÍN.- Cada martes, Kerstin llega corriendo del trabajo al Clärchens Ballhaus y trae consigo una maleta deportiva de la que saca un par de zapatos. Se cambia y se dirige a la pista. Busca a su pareja. La clase de tango comienza.

Una, dos o hasta tres horas Kerstin pasa bailando, casi siempre con la misma pareja, con quien ha practicado la mayor parte del tiempo. Astor Piazolla, Carlos Gardel y Roberto Goyeneche se escuchan de fondo.

Kerstin es alemana. Tiene 28 años y vive en Berlín. Estuvo una vez en Argentina y desde entonces toma mate y baila tango. También habla perfecto español, bueno, con un acento sureño, che.

Un día se enteró de que, a pesar de los más de 10 mil kilómetros que la separan del Cono Sur americano, podría seguir dando rienda libre a su pasión.

Descubrió en un edificio del céntrico barrio de Mitte la magia del baile.

Por fuera, esta construcción todavía trae la cara de la ex República Democrática Alemana (RDA) antes de la caída del Muro de Berlín: gris y descarapelada, pero por dentro hay un salón estilo barroco con pisos y paredes de madera, en el que no sólo se puede bailar tango, sino también swing, salsa y chachachá.

El Clärchens Ballhaus fue inaugurado en 1913 como un salón de baile. En la antesala de la Primera Guerra Mundial, una pareja alemana sintió la necesidad de traer a la ciudad un espacio para relajarse a través del baile.

En tiempos de la grisácea RDA el baile siguió, pero era un poco diferente, por decirlo de alguna forma: aquí bailaban sólo mujeres con mujeres y era uno de los sitios donde se reunían los jubilados "ossis" (alemanes del este) de entonces.

En ningún otro lugar ha habido, o hay, una mezcla tan colorida como en este salón, donde, además, se puede ver en el menú desde una grasosa, pero alemanísima...

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