Ricardo Omaña del Castillo / Inseguridad y corrupción

AutorRicardo Omaña del Castillo

La delincuencia y la inseguridad pública son particularidades inevitables de toda sociedad, si bien es cierto que se manifiestan más acentuadamente en las grandes ciudades, donde se ha perdido la relación cercana entre sus habitantes. Una cosa se deriva de la otra y las explicaciones simplistas que se dan sobre el fenómeno se refieren a la sobrepoblación, al desempleo y al hambre.

Cierto o no, violencia e inseguridad no siempre estuvieron asociadas al hambre o a la carencia de un trabajo, pues siempre ha habido gente miserable, y no siempre se vivió bajo la angustia y el temor de ser víctimas de los hambrientos o desocupados.

En un tiempo no muy remoto, los hambrientos recorrían las calles y pedían comida, jamás dinero. Se conformaban y agradecían el taco o la sopa y tortillas que les ofrecían los vecinos. Ahora, todos piden "para comer", pero si se les da comida, la tiran. Lo que muchos quieren es dinero para comprar droga o alcohol. Si no lo obtienen, recurren a la violencia y se convierten en un factor de inseguridad pública.

Es absurdo asociar la pobreza con la delincuencia. La ley no contempla la pobreza como un atenuante en la comisión de un delito, menos aun en el caso de un homicidio, o de un allanamiento de morada. Tampoco es válido decir, por ejemplo, que el Congreso frena el combate al crimen organizado. No hay un país con leyes más severas que Estados Unidos, donde incluso tienen vigencia la cadena perpetua y la pena de muerte.

En nuestro país, la descomposición ha llegado al punto en que niños y jóvenes, ya no digamos adultos, se convierten en terroristas o en homicidas múltiples. Allá padecen un altísimo índice criminal que ninguna ley parece detener. Allá influyen la temprana desintegración de la familia, la prisa de los padres por desobligarse de los hijos, cuando aún son estudiantes, la tentación de la droga y el placer de romper todas las normas sociales, en aras de la "modernidad". Tampoco en el vecino país roban, asaltan o secuestran y matan por hambre.

En México, la delincuencia y la inseguridad tienen otras causales, como son la ignorancia, la ambición, el afán de obtener dinero sin trabajar, y la corrupción del aparato que tiene bajo su tutela las leyes. De hecho, tenemos buenas leyes, pero sus guardianes son fácilmente corrompidos por el poder del dinero.

El dinero es capaz de cerrarle los ojos a los cuerpos de seguridad que se convierten en cómplices de los delincuentes, o de...

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