La revancha de Moctezuma

AutorAlonso Vera

Camino hacia un destino estigmatizado por los conatos de ley, pienso en la diferencia entre divertirse y recrearse durante una travesía.

Lo primero denota una necesidad casi neurótica por desprenderse de la cotidianeidad, cuando la verdadera medicina de los viajes es poder mirar con nuevos ojos.

Con ese pensamiento (porque es mucho lo que uno piensa durante el trayecto por tierra del Valle de Guadalupe, Baja California, a Phoenix, Arizona) se descubre una ruta hermosa a orillas del mar entre Ensenada y Tijuana, luego un imponente y denigrante cruce de frontera y, más tarde, las inmensas formaciones rocosas del sur de California, las rectas perennes del Desierto de Mojave y sorpresas como el oasis de "Datilandia", en donde sirven la mejor malteada de dátiles medjool.

Once horas de carretera resumidas en un párrafo y llegamos al territorio del chili con carne, la libre portación de armas de fuego y los reyes del desierto: Arizona.

El reino del saguaro

Es raro hallarse en uno de los nodos del consumismo y no poder practicar la religión que aquí se profesa.

Los templos cierran una o dos veces al año, cuando mucho, y justo sucede cuando yo deseo comprarlo todo. Mi sentimiento de vacío y frustración resulta casi fatal.

Además, dicen que aquí sólo hay cinco días sin sol al año, y también me tocó uno de ellos, así que ni compras ni sol.

Creo que encontrarse con tantas coincidencias amerita buscar una experiencia digna. Me bastó con visitar el portal web del Estado que se ostenta como la puerta de entrada al Gran Cañón para hallar lo que mi curiosidad ansiaba: una caminata por el desierto y ¿el Castillo de Montezuma?

Abrupta naturaleza, envidiable diría yo, se esconde en medio de la urbanidad exquisita de Phoenix.

Lo indómito domado me recibe con los brazos extendidos. Sus majestades, de hasta 300 años de edad y 15 metros de altura, con sus punzantes extremidades heridas por pájaros y roedores, se ciñen frente a mis ojos. Que vivan los saguaros por siempre.

Valle Verde, pleno de mimosas, acacias y nogales, comparte su sabiduría milenaria y la promesa recurrente de toparse con una serpiente si uno se atreve a caminar fuera de los senderos señalizados por los guardaparques.

En los flancos pedregosos de esta área se localizan dos edificaciones de la cultura sinagua de hace mil años, una colapsada y otra restaurada con minuciosa atención.

No tengo idea de cómo la mercadotecnia turística dio con el nombre de Montezuma Castle, o bien dicho el Castillo de...

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